La mitología griega relata que Atenea, la hija de Zeus, antepuso a su nombre la palabra: Palas, dado su significado doncella, encontramos el hecho muy significativo ya con ello se confería esta condición como atributo y, aunque no es el único, si destaca frente a la frecuente promiscuidad de muchos de los dioses y diosas del Olimpo. Aunque habría que señalar que no es la única diosa con esta condición pues Artemis ante la pregunta de su padre, Zeus, sobre qué deseaba como regalo, con tan sólo tres años de edad, contestó que la eterna virginidad. La mitología griega está llena de intentos de cambiar la condición de doncella de Atenea, ya que su belleza provocó intentos de seducción, violación, maledicencia, etc., que, al parecer, no se llevaron a término. La justificación de este primer nombre: Palas; antepuesto, no añadido, al de Atenea ha sido atribuida a varias circunstancias, partiendo de la identificación de Atenea con la diosa libia Neith, y la costumbre de las vírgenes aspirantes a sacerdotisas de luchar entre sí para adquirir la condición de tales, que justifica el enfrentamiento con su hermana adoptiva Palas y la muerte de ésta; con la consiguiente adopción de nombre de su hermana en su recuerdo. Otra justificación al uso de Palas como primer nombre la encontraríamos en los relatos de algunos autores latinos que recogen una leyenda griega en la que la diosa sería la hija de de un gigante-cabra llamado así; y que éste en un momento dado intentó ultrajarla, por lo que Atenea lo desolló, fabricándose con su piel su famosa égida (Túnica de castidad hecha de piel de cabra y utilizada por las muchachas libias) para, a continuación, apropiarse de sus alas y colocárselas sobre sus hombros, y una vez hecho esto, antepuso a su nombre el de su padre; pasando a ser desde entonces: Palas Atenea. Dado el significado, ya mencionado, de la palabra Palas, podríamos encontrarlo poco apropiado para ser el nombre de un gigante-cabra alado. Circunstancia que se integra también por el hecho de que la leyenda posiblemente recoge la tradición libia del matrimonio con cabras, que se extendió por Europa como parte de las celebraciones de las fiestas del solsticio de primavera, que fue recogida en una pintura que representa el matrimonio ritual entre un rey cabra y Atenea Lafria, tras una lucha armada entre ambos. Muchos, dioses, titanes y gigantes deseaban casarse con Atenea, pero ella siempre rechazaba sus insinuaciones. Se cuenta que durante la guerra de Troya le pidió a Hefesto que le hiciera un juego de armas especiales para ella, ya que al no tener unas propias cuando las necesitaba se las pedía prestadas a Zeus. Hesfesto aceptó el encargo pero no quiso ponerles precio, diciendo únicamente que aceptaría el encargo por amor. Con motivo de esta afirmación, y dado que la diosa no interpretó con claridad el significado de las palabras de del dios, Posidón ideó un plan para gastarle una broma, diciéndole que Atenea iba hacia su fragua a cumplir el compromiso; esto, en parte era cierto pues Atenea se dirigía hacia allí pero con el único interés de comprobar los avances de su encargo, sin embargo, para su sorpresa, el dios contrahecho engañado por Posidón se giró bruscamente e intentó violarla, ella se apartó de él y Hefesto eyaculó en su muslo, por encima de la rodilla; el puñado de lana que utilizó para limpiarse fue arrojado violentamente sobre la tierra, fertilizándola, y poco después nació Erictonio que fue la consecuencia de esta acción, y su madre la Tierra se negó a criarlo. Atenea se ocupó de él, pero para impedir que Zeus se burlara de la broma lo escondió en una cesta sagrada y se lo entregó a Aglauro, hija mayor del rey ateniense Cécrope, indicándola que lo guardara celosamente. Erictonio fue criado por Atenea con tanto cariño que muchos creyeron que era su madre; llego a ser rey de Atenas, donde instituyó el culto a Atenea, enseñó el uso de la plata a su compatriotas e introdujo el uso del carro tirado por cuatro caballos por lo que su imagen convertida en la Constelación del Auriga fue puesta entre las estrellas. Las historias mitológicas sobre Atenea pueden haber sido adaptadas a las necesidades políticas de los atenienses ya que para ellos la virginidad de la diosa era símbolo de imbatibilidad de su ciudad: Atenas; por ello hay autores que piensan que pudieron reinterpretarse los primitivos mitos en los que la relación de Atenea con Hefesto fuera mucho más consentida y que hubiera dado como fruto a Erictonio, Apolo y Licno; y del mismo modo los ultrajes que intentaron Posidón o Bóreas, no hubieran sido tales. Erictonio es quién mayores dificultades presenta dado la existencia de imágenes arcaicas en las que puede verse a un bebe-serpiente asomarse desde la égida de Atenea. Estas opciones pueden apoyarse en dos cuestiones; en primer lugar y respecto a Bóreas, viento del norte con cola de serpiente e hijo de Astreo y Eos, habría que considerar su origen libio y sus primeras apariciones como Ofión o Erecteo y la relación de éste último con Atenea Pôlias (de la ciudad); la amada de Bóreas era una diosa local del culto al caballo, lo que llevó a los atenienses a considerar a Bóeras como su cuñado. En segundo lugar y respecto de Posidón considerar el hecho de que se considere a Erictonio el introductor del carro de cuatro caballos, atributo propio del dios del mar quien es considerado el creador del caballo y de sus bridas, aunque esto último se lo disputaba con Atenea, pero lo que nadie pone en duda es que fue él quien instituyo las carreras de caballos donde las cuadrigas de cuatro ejemplares eran la mayor atracción. Todo esto sugiere posibles relaciones más directas y consentidas entre estos dioses y Atenea. Algún autor menciona que Atenea era tan pudorosa como Artemis pero mucho más generosa y cuando un día en que se estaba bañando fue sorprendida por Tiresias, la diosa le cegó poniéndole su mano sobre los ojos, pero para compensarle le dio la visión interior. Se considera que fue Atenea quién comenzó la enseñanza de la ciencia de los números y de todas las artes femeninas, entre ellas tejer, hilar, cocinar, etc, que era muy celosa de ellas, de hecho el único acto de celos que se le conoce tiene relación con las artes femeniles. Se cuenta que Aracne, princesa lidia, civilización famosa por sus tintes púrpura era una experta en el arte del tejido. Atenea conocedora del hecho se desplazó a Colofón para ver los tejidos de la princesa, que le mostró su mejor lienzo en el que había tejido escenas de romances olímpicos y Atenea lo observó con detenimiento en busca de algún fallo, al no encontrarlo, destrozó la pieza y la ira la dominó, de manera que asustada Aracne huyó y se colgó de una viga, entonces la diosa la convirtió en su insecto más odiado: la araña, transformando la cuerda en una tela de araña por la que la princesa, ya insecto, pudo huir. La virginidad Atenea fue puesta en entredicho en más de una ocasión, entre ellas destaca las habladurías que Zeus propago, respecto a la relación de Atenea con Prometeo. El crónida estaba furioso con su hija al haber dejado ésta entrar en el Olimpo a Prometeo, para que éste pudiera robar el fuego y entregárselo a los hombres y para vengarse de ella hizo circular el rumor maledicente de que existía una relación amorosa entre ambos. Las habilidades de Atenea fueron importantes y además de todas las artes mencionadas se considera la inventora de instrumentos musicales, como la flauta, invento ya mencionado y la trompeta. Pero es más importante aún el hecho de que se la considere la creadora de artes industriales y agrarias esenciales para el desarrollo de las civilizaciones primitivas, como la alfarería, el arado, el rastrillo, la yunta de bueyes, la silla de montar, el carro, y el barco y, como diosa de la guerra, dominaba la estrategia y la táctica, incluso mejor que Ares, conociéndose que asesoró a numerosos estrategas en las batallas que los griegos mantuvieron con otros pueblos tal y cómo nos relatan las fuentes. No obstante todo esto, con el tiempo, fue siendo conflictivo, pues dar a una mujer todas estas habilidades acabó por ser un problema, y aunque se sabe que en la época cretense eran las mujeres las que fabricaban las piezas cerámicas, y lo mismo ocurría con los instrumentos agrícolas, en la época clásica los griegos ya no concebían que el artesano fuera de sexo femenino, y poco a poco fueron dejando estas leyendas en el olvido, hasta conseguir diluir los hechos y de esta manera consiguieron alejar a Atenea de estas cuestiones reservándole únicamente las relacionadas con las mujeres. |
Archivo por meses: julio 2007
GLORIA MELGAR (1859-1938). XII. Por Virginia Seguí
La mujer en las Academias de Bellas ArtesEl control que las Academias van a ejercer sobre el mercado, las exposiciones, los premios y en definitiva del gusto y el éxito final del artista, va a afectar, seriamente, a la actividad artística de las mujeres; hasta este momento, a pesar de todas las dificultades, las más dotadas o las más empeñadas en desarrollar sus capacidades artísticas habían ido consiguiendo, individualmente, desarrollar lo que podemos denominar una actividad artística profesional. Con la Ilustración y la aparición de las Academias, en el sentido actual del término, la situación cambió, por ello, para las que estaban interesadas en seguir o iniciar una carrera profesional la entrada en ellas comenzó a ser algo importante. Serán pocas las que lo consigan. El fenómeno es general en los países que podemos considerar punteros artísticamente hablando y cercanos a nuestro entorno cultural como sucede en la francesa o en la británica. En 1768 se funda la Royal Academy; Angélica Kauffman y Mary Mosser pertenecían al grupo de artistas que propicio esta fundación, sin embargo, ninguna otra mujer entrará a formar parte de ella hasta 1922. En Francia fue Luis XIV quien abrió la puerta de la Academia a las mujeres, sus ideas al respecto pueden ser consideradas bastante revolucionarias, ya que sin entrar a valoraciones de género, opinaba que en la Academia debían estar todos los artistas dotados, sin distinción de sexo. Hasta 1682, habían entrado en la Academia francesa siete mujeres, en su mayoría miniaturistas o pintoras de flores; entre las más destacadas está Sophie Chéron, hija del miniaturista Henri Chéron, dominaba la pintura, el esmalte y el grabado; la obra que presentó en 1672 para su entrada en la Academia fue elogiada y calificada de: <vigorosa, original, que supera incluso la perfección de su sexo>. Pero, esta situación fue puntual, pues no volvió a entrar una mujer en la Academia francesa en cuarenta años y en 1706 se prohibía expresamente la entrada de mujeres en ella. Durante el siglo XVIII, especialmente en los años de dominio del estilo rococó, la situación preponderante de la mujer y lo femenino en ciertos ámbitos de la sociedad, favoreció, un momento de apertura y liberalidad que permitió, en 1720, el acceso de la italiana Rosalba Carriera a la Academia francesa, después de conseguir grandes éxitos durante el año que esta pintora permaneció en París. De esta liberalidad se benefició no sólo la Carriera, sino también Watteau, al que hasta ese momento le había sido negada la entrada en la Academia, dadas las características antiacadémicas y anticlásicas de su pintura. La lista de académicas francesas continúa, a finales del siglo, con nombres como: Elizabeth Vigée-Lebrun, Adélaïde Labille-Guiard y Anna Vallayer-Coster. Se había fundado, en 1751, la Academia de Saint.Luc, intento gremial de contrarrestar el poder académico institucional, y durante la segunda mitad del siglo un tres por ciento de sus miembros eran mujeres, muchas de ellas retratistas. En 1770, ante el incremento de mujeres aficionadas a la pintura, la Academia Royale, tras la elección de Vallayer-Coster y Marie Giroust-Roslin, redujo a cuatro el número posible de miembros femeninos. Respecto a la situación en España, el Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando contiene documentos que nos dan una idea de la situación española. Varios legajos dedicados a las mujeres académicas y los libros de Actas de las Juntas de la Academia contienen datos que permiten estudiar las circunstancias que condicionan la entrada de las mujeres en la Academia de Bellas Artes; comprobamos que, las peticiones de ingreso o asociación se jalonan con cierta periodicidad desde mediados del siglo XVIII, y como consecuencia de ellas se produce la entrada de algunas mujeres en esta Institución dominada por los hombres. Se trata de mujeres que ya han adquirido un cierto status artístico, aunque en ningún caso comparable al que tuvieron las aspirantes inglesas o francesas, o tienen una posición social preponderante. Con el ingreso en la Academia buscan adquirir un prestigio que les permita acceder a las exposiciones. La francesa Farona María Magdalena Olivier, residente en Madrid, inaugura el proceso al dirigir un escrito a la Academia en diciembre de 1759, solicitando su asociación, en los siguientes términos:
El 18 del mismo mes, le comunica la Academia su nombramiento como Académica de Mérito con todas las prerrogativas y exenciones que corresponden al grado ya que en Junta Ordinaria han sido aceptados los retratos, los cuales:
En julio de 1766 D. Vicente Pignatelli presentó en la Junta Ordinaria del día 20 de julio de 1766 un dibujo a lápiz de una cabeza, realizado por Mariana de Silva, Duquesa de Huéscar, que fue examinado por la Junta; aplaudiendo los Profesores la delicadeza de la cabeza, la perfección y el exquisito gusto de la obra. Acordándose en primer lugar que los Sres. Vicedirector. y Marques de Villafranca pasen a casa de la Srª Duquesa a darla las más expresivas gracias por la protección que concede a las Artes cultivándolas por si misma, y haciendo en el dibujo progresos dignos de un consumado profesor. Se le concede el más alto grado que puede dar la Academia:
Ana Gertrudis de Urrutia el 14 de junio de 1769 envía a la Academia alguna de sus obras por si estas fueran meritorias y permitieran su ingreso en la misma:
María Luisa Carranque y Bonavía fue nombrada Académica de Honor en junio de 1773, al haber presentado un cuadro de su mano que representa a la Virgen Ntra. Sra. con el niño en brazos. En agosto de 1776 Acuerdo de la Junta, se nombra Académica de Honor y Mérito Isabel Espeteta, por la presentación de un cuadro que representa a una señora. Mª Agustina de Azcona y Valanza se dirige, en enero de 1781, a Antonio Ponz: «Para que le haga el favor de presentarla a la Academia y que se sirva, en su visita, concederme la gracia que acostumbra con las sras. aficionadas de mi sexo.» Estos son algunos ejemplos del acceso de la mujer a la Academia, a pesar de que todas ellas fueron admitidas y nombradas Académicas de Honor y Mérito, hoy ninguna de ellas significa hoy nada para nosotros, todas son artistas anónimas, desconocemos sus obras, y su trayectoria artística. Esta relación fue remitida junto con un oficio que Fernando Queipo de Llano envió a el infante D. Carlos Jefe Principal de la Real Academia de San Fernando, el 28 de abril de 1818, con motivo de la próxima iniciación de los estudios de niñas; en este oficio en el que remite también, para su sanción, los estatutos que ha elaborado; dado que se había determinado que una Junta de Damas Académicas presidida por la Infanta Mª Francisca de Asís, se hiciera cargo de la supervisión y control de los estudios de niñas, le envía esta relación de Académicas de Honor y/o Mérito para que determine, entre ellas, con las que se puede contar, por encontrarse en Madrid, al efecto y en caso de ser necesario le sugiere la posibilidad de nombrar alguna más para que pudieran asumir las tareas que les habían sido encomendadas:
El 9 de Julio de 1818 Fernando Queipo de Llano da cuenta a Pedro Franco, de que debiendo formarse la Junta de Gobierno del nuevo establecimiento de Escuelas de Dibujo de niñas en los estudios de La Merced y Fuencarral, deben ser advertidas del hecho las Damas designadas por la infanta Mª Francisca de Asís, Jefa Principal de establecimiento, da en el oficio una relación de todas ellas, entre las que figuran como Presidenta Duquesa de Benavente, Vice Presidenta Condesa de Villavierzo, Isabel Parreño y Arce como Secretaria y la Marquesa de Montalvo para Vice Secretaria. La pregunta es ¿Qué significado tenía, realmente, su admisión como miembros de la Academia?, ¿Realizaban las mismas actividades que los académicos varones o por el contrario, sus títulos eran meramente honoríficos? Pudiendo entonces ser considerados mero objetos de adorno. El número de mujeres académicas españolas, también, era escaso, la relación citada, existente en los archivos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de abril de 1818, contiene los nombres de 26 de ellas, la primera de la lista la Exma. Srª. Princesa de Listenois, figura como Académica de Mérito desde julio de 1788, la última la Exma. Srª Duquesa de la Roca como académica de Honor y Mérito en 1818. De las 26 relacionadas al menos 8 tienen algún título o están relacionadas con alguna familia aristocrática. Sólo en una de ellas, Mª del Carmen Sainz, admitida en 1816 como académica de Honor consta expresamente que se trata de una profesora. La posibilidades de entrada de la mujer en la Academia estaban condicionadas previamente, pues a cuestión que realmente perjudicaba sus posibilidades era su imposibilidad de acceder al aprendizaje artístico en igualdad de condiciones con el varón, si sus estudios no estaban equiparados difícilmente podría llegar a la perfección artística requerida para conseguir un acceso a la Academia que supusiera asumir el resto de cometidos y funciones de los académicos varones. Las diferencias, por tanto, siguieron siendo insalvables durante años. Hemos visto ya algunos ejemplos de admisión de Académicas de Honor y Mérito a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; y no debemos dejar de comentar que comparativamente el número de académicas es mayor en nuestro país que en los otros casos tratados de Inglaterra o Francia, lo que no deja de ser, en cierto modo, paradójico, si tenemos en cuenta que en estos países los movimientos feministas fueron cronológicamente más tempranos, y más beligerantes, que en España. Según esto no es lógico que este tipo de Instituciones en España fueran más abiertas y tolerantes en este asunto. Sólo si consideramos el escaso significado que, realmente, tenía ser admitida en la Academia española, tiene explicación esta circunstancia. La admisión en igualdad de condiciones llegó, para la mujer, cuando los estudios artísticos ya no eran patrimonio de la Academia. Estamos tratando el caso de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, pero cabe señalar a este respecto que la situación es similar, sino peor, en otras Reales Academias españolas como la de la Lengua; no consiguió entrar Gertrudis Gómez de Avellaneda en 1853 y cuando, en 1889 comenzó a sonar otro nombre de mujer como posible académica, publicó en la España Moderna, un artículo bajo el título Las mujeres en la Academia en el que plasmaba comentaba los pormenores de su caso. Lo mismo volvió a ocurrir en 1889 con Emilia Pardo Bazán quien planteará el suyo en La cuestión Académica y otros escritos que se publicaron en la prensa de época plasmando las diferentes opiniones al respecto. Emilia Pardo Bazán defenderá su candidatura a la Academia, no sólo como una cuestión personal sino planteando la cuestión como algo general, que conlleva el reconocimiento de la capacidad de la mujer como individuo y en igualdad de condiciones respecto al varón. Será criticada por ello, aduciendo incluso, que para alegaba fines altruistas y generales como la igualdad de la mujer, para fines particulares. En estos textos comentaba que la mujer ya había sido admitida en otras Academias españolas, citaba a la de Bellas Artes de San Fernando y la de la Historia como ejemplos de ellos. Como caso más negativo citaba a la Academia de Ciencias Morales y Políticas donde se le negaba el acceso a Concepción Arenal. Por tanto la cuestión de la admisión de la mujer en las Academias fue un tema controvertido y polémico, debatido por la prensa y la opinión pública durante el siglo pasado y aún, hoy, cabría preguntarse, qué avances se han conseguido en este punto. Pues si bien es cierto que, la mujer, una vez admitida en las Academias sus funciones están equipadas a las de cualquier académico varón, aun queda por dilucidar si esto sucede, también, respecto a la admisión. Ya que la actualidad, si bien, siempre es noticia la elección de un miembro de la Academia cuando el nombramiento recae sobre una mujer la noticia, debido a la rareza del hecho, pasa a primera plana. BIBLIOGRAFÍA Archivo Rafasf. Legajos 40-4/1; 33-16/1 Chadwick, Whitney. Mujer, arte y sociedad. Ed. Destino. Madrid. 1992 Harris, A y Nochlin, L. Women Artists. 1500-1950. Los Ángeles. 1978 Pardo Bazán, Emilia. La mujer española y otros escritos. Ed. Cátedra. Madrid. 1999 |
ESCRITORAS ESPAÑOLAS DEL SIGLO XIX. VI
La propia Carolina de Soto y Corro le envía a Faustina Sáez de Melgar el 8 de julio de 1881, desde Jérez de la Frontera una carata en la que le incluye información sobre algunas de sus obras y actividades para que las inserte en <Las Mujeres Españolas, Americanas y Lusitanas, pintadas por sí mismas>, de la que esta última es directora literaria. Además un escritor jerezano amigo de Carolina, Fernando Lavalle, había escribo en abril aportando valiosos datos para que la semblanza de la directora de <Asta Regia> quedara completa.Carolina de Soto y Corro (1854-)«En cuanto a la biografía mia, ya que quiere favorecerme comentándola, escoja lo que la parezca de los siguientes detalles. Una Leyenda caballeresca de la Conquista de Cadiz, premiada en aquella ciudad, con una colección de <Autores Españoles>, en un Certamen dado por la Asociacion de Escritores y Artistas. Una colección de poesia premiada con Mención honorífica en la Exposicion Regional de Cadiz en 1879./ La Revista «Asta Regia» la fundé el 26 de enero de 1880, en compañía de mi ilustrado amigo el joven poeta y distinguido letrado D. Fernando de Lavalle y con ayuda de varios jóvenes escritores. La mayoria de mis trabajos son en verso; entre ellos puede citar: La Caridad, Bendito el que hace bien, El preludio, La oveja perdida, Sueño de Gloria, No es el oro..!, La noticia del pastor, Historia de ingenio, A una nube y Dios te lo pague, dedicada aun amigo. He leido muchas en veladas literarias, tengo escritas algunas comedias inéditas, pero en la primera ocasión pienso poner en escena una titulada El amor de una prosista. Algunos artículos en prosa, y últimamente un discurso en la Academia de Buenas Letras de Cadiz en contestación al de la escritora Dña. Josefa Pujol de Collado al recibirse de Académica. Le envio los adjuntos trabajos poco conocidos, por si gusta utilizarlos para el libro de las escritoras. Su afma. amiga que la quiere y admira.» Por su parte Fernando de Lavalle le escribe en abril de 1881 indicándole lo siguiente sobre las actividades de Carolina Soto y Corro:«Carolina de Soto y Corro, Insigne poetisa andaluza, Directora de «Asta Regia». Dos cosas extraordinarias sobresalen en jerez: Carolina de Soto y Corro y los vinos asombrosos de sus bodegas. Aquellos terrenos que producen el licor de los dioses del Olimpo, no pueden vivir sin una musa que los cante. Carolina es tan popular como modesta, tan buena hija como tierna hermana y tan severa cristiana que ella sola confunde en Andalucía la virtud de Santa Teresa con los suaves arranques de Vierge du Midí. Ostenta la joven poetisa el verdor de sus juveniles años, y el fuego de aquel sol que quema, luce en sus ojos azules como si se abraza tras de los picos nevados de la serranía de Ronda; su cabellera rubia cae en sus espaldas como manto de oro y arrastra, á pensar de su noble estatura, por el suelo, formando una masa de apretadas ondas, que son envidia de la Bética esplendorosa. Anida en su corazon la humildad y el estudio tan apegados á la elegancia de porte, que los mas ascéticos hacen la paz con el lujo bien entendido y ella, sin darse cuenta, va admirando; mas no hay que decírselo porque una lisonja la ofende tanto como un insulto. Nació en Sevilla en el 1854 y pronto llegó á Jerez en donde una brillante educación, los sanos consejos de su noble padre y los tiernos principios religiosos de su santa madre, la señora Dª Mª de los Dolores Gonzalez, despertaron y ayudaron al poderoso genio de la directora de «Asta Regia». Camina con paso lento por la senda espinosa del literato en Andalucía, cuando el asombro que iba produciendo su originalidad é inspiración fecundas, hizo que los hombres eminentes de este suelo privilegiado, acudieran con la sed de conocerla y con el afan de serle útiles. Se vio entonces crecer en conocimientos a la musa jerezana y algun tiempo después sostener con admirable constancia su «Asta Regia», periódico único en su clase, en la comarca que baña el Betis. Es Carolina correspondiente de muchas academias; a conseguido en todos los certámenes andaluces los primeros premios, y desde el pobre á el opulento y desde el particular que la ensalza hasta los Prelados que se esmeran en bendecirla, vá recogiendo, sin darse cuenta, raudales de afecto que jamás se olvidan. Brilla la hermosa joven por la dulzura del estilo y la ternura de sus pensamientos, describiéndose con un conocimiento profundo de sí misma, exclama: No temo al mundo Si á sus flaquezas Ni á sus envidias Sí á sus miserias Soy como el ave Que rauda vuela; Voy á la altura, Vuelvo á la tierra Miro las flores Salto contenta Vivo tranquila Y tanto tierna.
Y, en eecto, á nada teme la simpática joven, por que uniendo á sus méritos un valor heroico, está segura de que nadie la interrumpirá en las alegres manifestaciones de su corazón puro. Veasele Safo, pro Safo cristiana, robusta en el estilo, sonora en la versificación, insinuante en los pensamientos que oculta. Pasan las horas y el pesar no acaba, Todo en tinieblas y en silencio sigue, ¡Ay! Que tambien en mi doliente pecho Es media noche. ¿Quién no recuerda en este trozo a la poetisa amante de Phaon? ¿Quién no vé tambien á la joven cristiana?. Sería largo, muy largo, escribir las impresiones que causan sus versos, porque habrían de copiarse todos. La bella sevillana guarda aun un misterio para los ardientes andaluces; nadie sabe á quien ama, ni si ama. Ya se le contempla severa y profunda con el sabio Arbolé, el gran predicador de la Basílica Hispalense, ya expansiva con sus amigas las poetisas de Biedma, Martinez de la Costa, Gutiérrez del Valle y Landeras y otras que la solicitan y la halagan; ya alegre con su corte , en donde estan descollando figuras como Diaz de Escovar, de Málaga; Mas y Prat y Bejarano de Sevilla, Ibáñez, Castro y Faustina Diaz, de Cadiz y Escudero, Ponce de Leon, Cayuela y Velarde, de la ciudad que se estremece de placer al poseerla. Qué se estará formando tras esa mente blanca como la nieve, es el enigma que a todos reserva; pero muy hermoso debe ser lo que se guarde entre el oro y la nacar. Cuando se contempla su energía varonil se comprende la poderosa resolución de su carácter. Ella ha sabido hacer suya la ciencia y esclavizar á los hombres. ¿Quién duda que tambien esclavizará el númen y lo atará á sus pies? |
Historia de la mujer. Artemisa de Caria
El historiador Antonio Pirala realiza, en esta ocasión, un artículo para la Sección Historia de la Mujer de la revista <El correo de la Moda>, que fue publicado el 24 de mayo de 1853. El tema es, nuevamente, una mujer destacada de la Antigüedad: Artimisa, tirana de la satrapía de Caria. Perteneciente a la dinastía Hecatómnida, que gobernó a principios del siglo IV a. C.; participó en la batalla de Salamina, al lado de los persas, liderando cinco naves ante el asombro de la armada griega. Contrajo matrimonio con su hermano Mausolo y, a la muerte de éste, construyó, para honrarle, el famoso Mausoleo de Halicarnaso. Respetamos la ortografía original.Artemisa de CariaMas de cuatrocientos ochenta años antes de la venida de Jesucristo reinaba en la Caria la famosa Artemisa, hija de Ligdamia. Así como Safo se distinguió por la ternura, y brilló su génio mecido por las suaves y pacíficas auras de la poesía, Artemisa, sin ser menos tierna, fue de carácter mas fuerte, y su talento, ya que no fue inspirado por Apolo, fue guiado por Belona. En la hija de Mitelene vemos retratada su época, la sociedad que la rodeaba; en la heroína de la Caria vemos personificadas las costumbres de su tiempo, y distinguiéndose ella en lo que mas se distinguía el hombre entonces, en la guerra. Aliada Artemisa con los Persas, acompaño al famoso Jerjes, y ella misma guiaba el ejército auxiliar. Marchan á combatir á los griegos, y al prepararse la célebre batalla de Salamina, Jerjes reunió á los principales jefes de su ejército y armada para decidir si convenia batir al enemigo ó estar á la defensiva. Los reyes de Chipre, Tiro, Sidon y Cilicia opinaban por dar la batalla sin perder un momento; pero Artemisa se opuso cuerda á tal precipitación, y al llegarla el uso de la palabra en el Consejo, dirigiéndose á Jerjes, dijo: <La marina griega es muy superior á la nuestra; y una batalla desgraciada comprometeria el éxito de la guerra. Eres dueño de Atenas, y muy pronto lo serás de la Grecia entera, si sabes esperar, porque la armada enemiga no puede renovar sus víveres en Salamina. Mandemos algunos bajeles á las aguas del Peloponeso: cada uno de los jefes griegos temerá por la suerte de sus ciudades, y volverán bien pronto á ellas: desecha así la confederación, nada nos opondrá resistencia.> La historia ha demostrado lo prudente del consejo de aquella mujer, mas previsora y mas política que todas aquellas varoniles celebridades guerreras y políticas, que se decidieron por la guerra, combatiendo esta opinión de Artemisa hasta el último momento; mas cuando ya no podia hacerlas que conformarse, se aprestó á cumplir como valiente colocándose animosa en su puesto. Fuese por traicion, o por otra causa, las predicciones de Artemisa se realizaron; los persas perdieron la batalla. Algunos de los que con mas ardor sostuvieron que se diera, fueron de los primeros á huir; y Artemisa que se opuso, continuó peleando con heroísmo, aun después que la victoria se declaró por los griegos. Perseguida muy de cerca por varios bajeles atenienses, y próxima á caer en s poder, su feliz imaginación le sugirió un pensamiento salvador, una estratagema digna del mas grande capitan, una astucia propia de la pródiga invectiva de la mujer. Cerca de su navío bogaba uno persa, que mandaba su enemigo Domasitino. Artemisa enarboló la bandera de Esparta, acometió al bajel persa, y lo echó á pique; los atenienses que presenciaron aquel choque, creyeron que era de su partido y cesaron de perseguirla. Así se salvó. Jerjes, que contempló desde lo alto de una montaña la derrota de su armada, y los heróicos esfuerzos de Artemisa, esclamó lleno de amargura y de entusiasmo: ¡En la batalla los hombres se han portado como mujeres y las mujeres como hombres! ¡Magnífico elogio para el sexo! ¡Terrible sarcasmo para el hombre! Y tanto irritó al ateniense verse postergado por una mujer, que se declaró su enemigo, y prometió una crecida suma de dinero á cualquiera que la entregase viva; pero no era la reina Artemisa mujer que se dejára vencer tan fácilmente, y á quien faltára la suficiente habilidad para burlar tales persecuciones, que despreció dignamente. Y no solo despreció, sino que poco después se apoderó por sorpresa de la ciudad de Latmo, penetrando en ella bajo el pretexto de adorar á la madre de los dioses. Pero aquella mujer, fuerte en los combates, valiente con los enemigos, heróica en la desgracia, é invencible donde pudiera luchar, no supo, ó no pudo vencer una pasion que concibió frenética por el jóven Dárdano. Sin nada que justificára en ella aquella pasion repentina, pues solo se dejó llevar de la efímera hermosura del jóven de Abydos, halló en ella el castigo de su culpa, como le suelen hallar esas pasiones imprudentes, esos amores basados en una apariencia loca; fuegos del corazon que apagan la llama de la inteligencia. El jóven la desdeñó; é irritada de aquel ultraje hecho á su amor y á su orgullo, llegó á sacar los ojos a Dárdano, y á precipitarse ella al mar desde la roca de Leucades, siguiendo a Safo, como la seguian todos los amantes desgraciados. Aquella vida de heroísmo, de gloria, fue empañada en un momento por un estravío de los sentidos: tambien una vida de virtud y de honor muere en un instante por una pasion imprudente, por un amor á una figura hermosa, que carece por lo general de una inteligencia elevada, de un corazon ardiente, y de un alma apasionada. Bellas estatuas para ser contempladas. Otra Artemisa, la reina de Halicarnaso, brilla en la historia; pero pertenece á otra época, y ya nos ocuparemos de ella, porque fue el modelo del amor conyugal: bien es verdad, que no hay virtudes de las que no se pueda presentar á una mujer como modelo.
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GLORIA MELGAR (1859-1938). XI. Por Virginia Segui
Historia de la Mujer – LA CAPACIDAD DE GOBIERNO
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Historia de la Mujer – SEMÍRAMIS
Insertamos en esta sección un nuevo artículo del historiador Antonio Pirala, dedicado a Semíramis, respetamos su ortografía original. Fue publicado en el número 22 fechado el 16 de junio de 1853 de la revista <El Correo de la Moda>, dentro del apartado Instrucción. Historia de la mujer.SEMIRAMISDice una escritora, que ha sido exacta y elegante narradora de las mujeres mas célebres del mundo: para observar á la mujer en sus diferentes condiciones, recorramos el Asia; y para verla desde luego en toda su gloria, remontémonos á los tiempos maravillosos, porque están muy lejos de nosotros; detengámonos sobre las ruinas de la soberbia Babilonia. Algunas piedras dicen apenas donde estuvieron sus murallas, mas la imaginación las eleva en nuestro rededor: se vé la Torre, el Templo, los Jardines suspendidos, y en semejante ilusión de recuerdos, si una paloma viene á arrullar en estos sitios, ó la voz de una mujer a aumentar tantas maravillas, se cree hallar de nuevo aquella mujer bajo la graciosa forma en que los asirios la adoraban, ó mas bien se finje uno á la misma Semíramis, hermosa como el dia en que se presentó á su pueblo amotinado, sin diadema, sin velo, sin adornos, con los cabellos sueltos, y estendido su brazo con majestad hacia los sediciosos; se cree verla, y no causa sorpresa que renaciese la calma con su presencia. La belleza, el génio, el valor debian dar necesariamente á Semíramis un gran ascendiente sobre sus súbditos. Se sirvió de él para conducirlos á la victoria, para inspirarles afición á las ciencias, á las artes, á la filosofía; y al hacer construir aquella torre, que tanto se elevaba hacia los astros, les facilitó el estudio de la astronomía, ciencia en la que se distinguieron muy particularmente. Pero veamos quien fué esta heroína, esta célebre reina de Asiria, contemporánea del patriarca Abraham. Su nombre significa paloma, bajo cuya forma la adoraron como diosa los asirios y babilonios. Hija de la desgracia y del abandono, pues su madre Atara la dejó á las inmediaciones de un lago donde se guarnecian las palomas, á si misma debió su gloria. Encontróla un pastor de ganados y la llevó á la esposa de su capataz, llamada Simia, la hizo criar; y por relacion con el sitio donde fué hallada, la nombró Semíramis. Ya joven, era admirable por su hermosura; y al verla Memnon, gobernador de la Siria, se enamoró de ella y la hizo su esposa, amándola tanto, que al tener que ir á la guerra, y no pudiendo vivir sin Semíramis, se la llevó consigo. Pero aquella mujer no se distinguia solo por su belleza tenía génio; y al seguir a su esposo, se acomodó un traje guerrero de su invención, que aumentaba sus atractivos; y al presentarse de tal modo ataviada en el campamento, todos la saludaron con admiración y aplauso. Satisfecha en este punto su vanidad, queria lo estuviese tambien en alardes de valor; y en el sitio de Bactra, púsose al frente de un cuerpo de valientes asirios, y mientras los bactrianos defendían la ciudad por el sitio mas débil que era el atacado, Semíramis se dirije al lado mas difícil, escala la muralla, y lleva en pos de sí el terror y la confusión á los sitiados, que se rinden. El nombre de Semíramis es llevado en alas de la fama: el rey Nino quiere conocer aquel prodigio de valor y de belleza, y se apasiona de ella de tal modo, que propuso á Memnon darle por esposa á su hija, la princesa Shosana, si le cedia a Semíramis. Memnon, que tambien la amaba, rehusó, pero ofende su orgullo de monarca en el desaire de su capricho; se irritó, y le hizo tales amenazas, que Memnon se suicidó. Nino se casó entonces con Semíramis, y á la muerte de aquel rey, quedó ella con el gobierno de sus Estados. Su reinado comienza 1994 años antes de Jesucristo; y por su grandeza, por su magnificencia, por su gloria, eclipsó á los reyes sus antecesores, y la igualaron pocos en victoria, en riquezas y en poderio. Recorrió su imperio, embelleció ciudades, construyó acueductos, abrió caminos barrenando montañas y terraplenando valles, dilató los límites de la Siria, conquistando la Arabia, el Egipto, una parte de la Etiopía y de la Libia, y toda el Asia, hasta el Indo. A ella se debió la reedificacionn de Babilona, el ensanche de su recinto, la construcción de sus célebres jardines suspendidos, el renombrado templo de Belo, y las murallas, una de la siete maravilla del mundo. Por ella fue Babilonia la mayor ciudad que alumbró el sol y la primera de las ciudades del mundo. ¡Y todo se debió á la mujer abandonada en su cuna, y sin otra guía que su génio! Todo es grande en Semíramis. Belona en la guerra, Minerva en la paz, nada tiene de estraño que se la divinizára á su muerte, que se la acatára como á diosa, y se la dispensára el apoteosis divino, que si bien aumentaba su culto, no acrecia por esto su fama, ya imperecedera. Cuéntase entre sus hechos notables, que hallándose un dia en su palacio peinándose, la avisaron que el pueblo se habia sublevado: sin acabar de peinarse, sale á la plaza, penetra por entre la muchedumbre amotinada, y su sola presencia sosiega los ánimos y calma el tumulto. Concluido todo, se volvió tranquila á concluir su adorno. En su honor, y para recuerdo de este hecho, se erigió una estatua que la representa, con la mitad del cabello trenzado y la mitad suelto. Como lo anunció el oráculo, conspiró contra ella su hijo Ninias, y en vez de castigar a los culpables abdicó el poder, y se ocultó á la vista de los hombres. Entonces se la erigieron templos, se la levantaron altares, y la cantaron los poetas: la escultura, el pincel, la música, la poesía, todo contribuyó entonces y contribuye aun á perpetuar la memoria de tan celebre mujer, cuyo nombre vivirá lo que el mundo. |
Atenea diosa de la sabiduría y de la guerra. I. Por Virginia Seguí
El nacimiento de Atenea, al igual que el de Afrodita, presenta diferentes versiones justificadas, en parte, por cuestiones de género, lo que tampoco es una novedad y para adaptarlas al dominio patriarcal con que se organizó la mitología griega. Según una tradición pelágica Atenea nació en Libia, a orillas del lago Tritonis, allí fue encontrada por las tres ninfas de Libia que se cubren con pieles de cabra criándose entre ellas y convirtiéndose en una ninfa más. Después llegaría a Grecia, a través de Creta, instalándose en Beocia junto al río Tritón y convirtiéndose en la patrona de Atenas. Platón la identifica con la diosa Libia Neith, de paternidad desconocida a la que se adoraba en Saïs. La tradición cuenta que las jóvenes de la zona que querían adquirir el rango de sacerdotisas de la diosa debían librar un combate armado. Herodoto recoge esta tradición y el relato sobre la diosa se adapta a ella para presentarnos a Atenea de niña combatiendo contra su hermana adoptiva Palas y matándola por error. El dolor que esta muerte le produjo hizo que desde entonces antepusiera a su propio nombre el de Palas, en recuerdo de su hermana, pasando a ser conocida como Palas Atenea. Este relato debió ser reelaborado y adaptado a los intereses griegos y a la subordinación de la diosa Atenea al padre de los dioses Zeus, para ellos la diosa debía pasar a ser hija de Zeus y condicionar sus atributos y acciones a la supremacía de un dios masculino, el crónida Zeus; de manera que reelaboran la historia para presentar a una Atenea, nacida de Zeus y criada por el dios fluvial Tritón, que mató por accidente a su hermana adoptiva Palas, hija de Tritón; siendo la intervención de su padre, Zeus, decisiva para salvar su vida ya que utilizó su égida para distraer a Palas cuando ésta se disponía dar un golpe decisivo a Atenea. Todo esto aún cuando, según las fuentes, la égida o zurrón mágico de piel de cabra que contenía una serpiente y que se protegía mediante la máscara de la Gorgona pertenecía a Atenea desde mucho antes que Zeus proclamara ser su padre. Apolodoro en su Biblioteca mitológica relata el nacimiento de Atenea, adaptándolo; cuenta cómo Zeus, el padre de los dioses esposo de Hera, deseaba y acosaba a Metis, hija del titán Océano y de Tetis, pero ella conseguía huir de él camuflándose de distintas formas, hasta que finalmente el dios la atrapó y la dejó encinta. Pero existía un oráculo que decía que Metis tendría una niña de esta unión y que si volvía a concebir un nuevo hijo éste estaba destinado a destronar a Zeus, el oráculo repetía lo que ya el propio Zeus había hecho con Cronos y éste a su vez con Urano. El crónida temeroso de que el oráculo se cumpliera convenció a la titánide para que se recostara sobre el lecho y abriendo la boca la deglutió; este fue el triste final de Metis, aunque según Zeús ella vivía dentro de su vientre desde donde le aconsejaba. Cuando hubo transcurrido el tiempo necesario, un día que Zeus se encontraba a orillas del lago Tritón, sufrió un fortísimo dolor de cabeza que le hizo gritar de dolor y sentir que le iba a estallar; Hermes acudió presto a ver que sucedía y, enseguida lo adivinó, entonces llamó a Hefesto y le convenció para que con su cincel abriera un orificio en el cráneo de Zeus; al hacerlo permitió que saliera por el orificio una Atenea totalmente armada que profirió un fuerte grito. Otras versiones hablan de que fue Prometeo quien abrió el cráneo de Zeus. Según Harrison, esta descripción del nacimiento de Atenea es el sistema utilizado para desvincularla de su origen matriarcal y asociar sus atributos (sabiduría, estrategia, etc) a una mente masculina a la que debían estar subordinados. Hesíodo en su Teogonía reconcilia los conflictos entre relatos, haciendo a la diosa hija partogénica de la inmortal Metis, titánide del cuarto día, y del planeta Mercurio regente de la sabiduría y los conocimientos y al tragarsela Zeus será el poseedor de toda la sabiduría, así la ciudad griega de Ateneas, bajo el patronazgo de la diosa, quedaba dominada por la soberanía patriarcal de Zeus. Estamos por tanto ante mitos políticos: históricamente los pelasgos jónicos fueron derrotados por los eolios, que únicamente recuperaron la soberanía mediante una alianza con los aqueos. El mito relata cómo tras el derrocamiento de Krono a manos de Zeus, éste junto con sus hermanos Posidón y Hades se repartió el gobierno del mundo. Posidón tuvo que conformarse con dominar el mar pero siempre codició los reinos terrenales y por esto con frecuencia reclamaba la posesión de ciudades, esto fue lo que sucedió en el Ática, el dios reclamó la ciudad clavando su tridente en la Acrópolis donde brotó instantáneamente un pozo de agua salada. Más tarde Atenea, durante el reinado de Cécrope, llego a la ciudad y, de una forma pacífica, tomó posesión de ella plantando un olivo junto al pozo de Posidón; éste la retó a un combate pero intervino Zeus impidiéndolo y forzando un arbitraje para dilucidar la disputa; el jurado estaba formado por deidades ante las que declaro Cécrope como testigo; los dioses apoyaban a Posidón, excepto Zeus que se mostró neutral; Atenea tenía a las diosas de su parte, finalmente y por un solo voto de diferencia Atenea consiguió la victoria ya que su olivo fue considerado mejor regalo que el pozo de agua salada de Posidón. La ira de de éste se dejó notar en la llanura Triasiana que fue inundada por enormes olas; Atenea tuvo que trasladarse a la ciudad de Atene y darle su propio nombre; lo que significó histórica y políticamente que las mujeres atenienses tuvieron que hacer concesiones siendo privadas de su derecho al voto y a que su apellido fuera el que llevarán sus hijos en primer lugar dando así nombre a la familia. Posidón también disputó a Atenea el dominio sobre la ciudad de Trecén pero en este caso la decisión de Zeus fue que la compartieran a partes iguales. |
GLORIA MELGAR (1859-1938). X. Por Virginia Seguí Collar
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AFRODITA Y SUS AVATARES. Por Virginia Seguí
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