Historia de la Mujer – Mujeres célebres de la Antigüedad III

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             El capítulo tercero de Mújeres Célebres de la Antigüedad obra del historiador Antonio Pirala fue publicado por la revista madrileña dedicada al publico femenino: El Correo de la Moda el 24 de Agosto de 1853 dentro de la Sección: Instrucción. Historia de la mujer. Lo repoducimos íntegro respetando la ortografía original.

 

MÚJERES CÉLEBRES DE LA ANTIGÜEDAD :  BERENICE Y CLEOPATRA

Fieles á nuestro propósito, proseguimos la grata tarea de reseñar las mujeres más notables que nos ofrece en todo la historia de los antiguos pueblos.

Muy celebrada por los poetas la reina Berenice, preciosos monumentos han transmitido su nombre, rodeado de gloria esplendente. Si aquellos han podido exagerar sus alabanzas, éstos son imparciales y elocuentes testigos de su genio. Y no se distinguió únicamente por su protección á las bellas artes; los juegos olímpicos de la Grecia la coronaron varis veces vencedora, y la mitología y astronomía han perpetuado su cariño conyugal.

Berenice tenia la mas hermosa cabellera que se conocia entre las mujeres de Egipto, y amaba tanto a su esposo, que cuando hizo una espedicion a Siria, se la ofreció á los dioses triunfante.

Volvió en efecto victorioso, y Berenice cortándose el pelo, lo depositó en el altar de Venus. Poco tiempo después desapareció esta ofrenda, é irritado el rey Ptolomeo Evergetes contra los sacerdotes a quienes estaba confiada la custodia del templo, queria hacerles morir. Entonces Conon, hábil astrónomo, se le presento y le dijo: <Señor, levanta los ojos al cielo y mira las siete estrellas cercanas á la cola de dragon: ellas forman la cabellera de Berenice, que los dioses han arrebatado del templo para colocarla allí como una constelación, conocida desde entonces con el nombre de cabellera de Berenice.

Treinta años antes de Jesucristo pasó á la posteridad una mujer extraordinaria, la artificiosa Cleopatra, llamada por Horacio fatal prodigio. Dicho se está con esta calificación, que no presentamos por modelo de virtud a esta mujer extraordinaria, pero la presentamos por modelo de grandeza y de talento. En medio de sus extravíos, la historia hace justicia á las altas cualidades de la reina mas célebre de Egipto. Grande, hasta en sus faltas, la mujer que cultivaba las letras y protegía las ciencias en medio de sus placeres y en el estruendo de los combates, que reedificó la famosa biblioteca de Alejandría, que hablaba fácilmente siete idiomas, y que desarmó con sus atractivos á Julio César y Antonio, haciéndoles sus esclavos, bien merece la demos un lugar en esta ligera revista de las mujeres mas notables. Han pasado diez y nueve siglos, y admira todavía el mundo el esplendor y fausto de Cleopatra.

Hija de Ptolomeo XI, subió al trono con su hermano, á los diez  y siete años. Esta comunión en el sólio fue causa de guerras memorables por la ambición del ayo del hermano de Cleopatra, que disputó á esta su parte de autoridad. Julio Cesar, en calidad de árbitro, y á nombre de Roma, tutora en aquel tiempo del Egipto, citó ante si a los dos hermanos, previniéndoles que nombrasen abogados que alegasen su derecho. Cleopatra se fió, mas que en la elocuencia de su defensor, en sus atractivos y talento, y tomó una resolucion atrevida. Dejó su ejército, y llegando en un esquife al pie del castillo de Alejandría, donde se hallase César, hizo que la envolviesen en un lío de telas, que logro introducir en el aposento del héroe de Farsalia. Cleopatra, sin tener aquella belleza estraordinaria y sorprendente que ha hecho por sí sola la celebridad de otras mujeres, poseia tantas gracias, tanto ingenio y encantos, que si hemos de creer a Plutarco y á otros escritores respetables de la antigüedad, era muy difícil sino imposible, resistir al imperio de sus hechizos. El vencedor de Pompeyo no supo libertarse de los artificios de aquella mujer admirable; y el mismo que, momentos antes pensaba tal vez en hacer del Egipto un pro-consulado mas del Imperio romano, el que podia considerarse ya como dueño de la mayor parte del mundo, se hizo en breves horas esclavo de su cautiva. En vano intentó la paz, dominado como estaba el hermano y esposo, según costumbre del pais, por su perceptor y ayo citado. Entonces se incendió la famosa biblioteca de Alejandría, á cuyo rico depósito del saber se comunicó el fuego de la escuadra Egipcia; entonces dio César un gran ejemplo de valor y de su amor á la historia. En el combate naval de Faros, destrozado su bajel, arrojóse armado al agua, y armado salió a la ribera. <Jamás, dice un historiador moderno, se halló en mayor peligro ni tuvo mayor serenidad de animo, porque al mismo tiempo que luchaba con una mano contra el agua, llevaba en la otra levantado en el aire el borrador de sus Comentarios.> Desplegando César sus grandes talentos militares, venció, y olvidando sus glorias, entregóse á los placeres y fiestas con que le retuvo la voluptuosa Cleopatra. Vencedor después del rey del Ponto, asoció en Roma á Cleopatra al culto de la divinidad, haciendo colocar su estatua al lado de la de Venus. Muerto por el puñal asesino Julio César, Casio, favorecido por Cleopatra, fue vencido por Marco Antonio, decidiéndose la suerte de la república. Citada por éste la reina para que se justificase, es muy curioso el medio que adoptó de sincerarse para que no le demos a conocer á nuestras lectoras.

Embarcóse con numerosa y brillante comitiva, y partió, no á presentarse como rea, sino a vencer a Antonio. La popa de su galera deslumbraba con el oro: eran de púrpura sus velas, y guarnecidos de plata los remos. Bajo un pabellón formado con telas y brocados de oro, Cleopatra, vestida como Venus, estaba rodeada de las mujeres mas hermosas de su córte con el traje de las Gracias y las Ninfas. El aire resonaba con melodiosos acentos, á cuya cadencia vogaban los remeros: el viento llevaba á larga distancia el suave olor de preciosos aromas. Todos los habitantes de Tarso, acudieron á ver este magnífico espectáculo, y adoraron á Cleopatra como á una deidad, quedándose solo Antonio. Invitóla á un banquete; contestóle que él debia visitarla; fue, y perdió su voluntad. La reina desplegaba en sus banquetes la mayor suntuosidad, y regalaba á los oficiales romanos los vasos de oro y de plata que adornaban las mesas. En vano pretendió rivalizar Antonio: Cleopatra se dejó decir que gastaria dos millones en un festin, y como el triunviro lo dudase, hizo disolver en vinagre una perla, valuada en un millón, y la bebió, impidiendo Antonio que repitiese la operación con otra igual, de peso de ochenta quilates, enviada después al Capitolio para el adorno de Venus. Marco Antonio, olvidó al lado de la reina sus deberes, y la sacrificó su gloria y los intereses del Imperio. Nunca el Egipto fue tan poderoso y opulento, merced á Antonio. Centro entonces de las riquezas del Asia y del Arica, y capital del Oriente Alejandría, todos los reyes y principes se postraban ante el esplendente trono de su reina, y la ofrecian tributos en cambio de las órdenes que se dignaba darles. Antonio era su primer esclavo: fascinado mas que cada vez por aquella mujer, olvidó á Roma, y ofreció a su amante el imperio del mundo. Octavio partió de la Ciudad a hacer entrar en razon á Antonio, y se trabó una lucha formidable, en que tomaron parte por uno ú otro todos los pueblos conocidos. La memorable batalla de Accio, que dio Antonio por complacer á Cleopatra, que tomó parte en ella, decidió la suerte de entrambos, dándose ambos la muerte. <Mi fin es dichoso, pues que muero en tus brazos,> la dijo Antonio, á pesar de haberle abandonado. Después de honrar con la grandeza con que todo lo hacia la memoria de Antonio, y de un festin espléndido con que obsequió á sus amigos, acostóse ricamente vestida y adornada, y haciéndose morder por un aspid, cuando fue Octavio á que sirviese de ornamento á su triunfo, se halló con un cadáver.

Una reina tan altiva no podia ser esclava de la altiva Roma.

Calisto, la doncella de Nonacris. Por Virginia Seguí

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Calisto era la joven y bella hija de Licaón, la doncella de Nonacris, amazona perteneciente al séquito de la diosa Ártemis (la Febe romana); la mejor compañera de la diosa y virgen según ella exigía; quién pronto despertó la atención de Zeus (Júpiter para los romanos); el apetito sexual del crónida era insaciable y, pese a conocer que su esposa Hera no soportaba sus infidelidades, su pasión por la joven era tan fuerte que no pudo controlarla hasta que consiguió yacer con ella. Las fuentes cuentan que su madre, Rea, conocedora de sus debilidades le advirtió de los peligros del matrimonio y le prohibió casarse, y que ante esto su reacción no se hizo esperar; amenazándola con empezar por ella y cuando, para defenderse, Rea se convirtió en serpiente, él se transformó otra aún mayor y consumó su amenaza. Después de esto cumplió sus deseos casándose con Hera (Juno para los romanos); pero continuó: seduciendo, raptando, engañando e incluso violando mujeres sin reprimir sus instintos; a pesar de los celos y las represalias que su esposa aplicaba a las seducidas, engañadas o incluso violadas, sin valorar su grado de intervención en las acciones de su marido.

 Cierto día en que Calisto vestida con su indumentaria habitual: una túnica sujeta con fíbula y su abundante y revuelta cabellera sujeta por cintas blancas se adentro en un recóndito bosque del Ménalo, monte de la Arcadia, portando su carcaj, su arco y sus flechas; como correspondía a una joven del séquito de la diosa de las encrucijadas, Diana Trivia, se tumbó en la fresca hierba rendida por el cansancio tras un día de caza sin percatarse de que era acechada por Zeus; éste viéndola indefensa pero poco dispuesta a acceder a sus deseos urdió una treta para conseguir sus propósitos y disfrazándose de Ártemis la hizo creer que la diosa venía hacia ella. Confiada se levantó a saludarla regocijada, entonces él comenzó a besarla sin recato ni moderación y de forma impropia para una virgen; desvelando así su verdadera identidad al hacerlo, y aunque ella, al darse cuenta del hecho, lucharía para zafarse de sus brazos, él la inmoviliza impidiendo toda resistencia. Y ¿Qué muchacha mortal puede luchar contra el omnipotente Zeus?; quien una vez consumada su acción regresa presto al Olimpo, intentando evitar que Hera no se entere de su engaño.

Mientras la joven aborrece los árboles que saben lo ocurrido y la hierba testigo de su secreto, huye de allí  trastornada y olvidando casi sus preciados útiles de caza, intentando con ello borrar de su mente lo sucedido, cuando he aquí que Dictinia y todo su séquito avanzan hacia ella, mostrando orgullosas las piezas cazadas y al verla la llaman. Calisto turbada y temerosa de que nuevamente sea una argucia de Zeus intenta rehuir la llamada; más pronto, al ver que la diosa avanza acompañada de las ninfas se da cuenta de que no hay ningún engaño y se une al cortejo. Pero su rostro la delata, casi no puede despegar la mirada del suelo y no camina, como solía, junto a Ártemis a la cabeza de la comitiva, sino que permanece detrás en silencio ruborizada como prueba de que su pudor ha sido ofendido; de forma que las ninfas pronto se percatan de que algo ha sucedido.

Al llegar el cortejo a un fresco y recogido lugar del bosque por el que corre una corriente de agua la diosa propone a su séquito desnudarse y refrescarse en las cristalinas aguas; más la joven de Parrasia se ruborizó y cuando todas se despojan de sus velos, ella vacila; las ninfas ante sus titubeos le quitan sus ropas y entonces la desnudez de su cuerpo descubre su secreto; intenta cubrirse con las manos, mientras Cintia exclama ¡Aléjate de aquí, no contamines la pureza de las aguas!> y le ordena que abandone su séquito.

Hera, esposa del gran Tronante, que no había tardado en darse cuenta de lo sucedido,  una vez que nació Arcas, consideró llegado el momento de darle un serio castigo a la concubina que ya había dado a luz el fruto de su pecaminosa acción; lo que consideraba también una afrenta ya que el nacimiento del niño desvelaba la infidelidad de su esposo. Ideó su venganza sobre Calisto, deseando castigar en ella sobre todo lo que había sido la causa de la pasión de Zeus: su belleza; según relata Ovidio en sus Metamorfosis la diosa le agarró por el cabello y la obligó a postrarse ante ella, y mientras que la joven levantaba los brazos suplicante; éstos comenzaron a cubrirse de vello negro, sus manos se curvaron a la vez que les crecían afiladas garras, y ese rostro que había sido alabado por Zeus se deformó en unas grandes fauces; además la privó de la capacidad de hablar para que su voz no pudiera enternecer los corazones con palabras implorantes, así de su garganta sólo sale una voz ronca, iracunda y amenazante, que infunde pavor.

La transformación de Calisto en osa, no le impide conservar su mente lúcida y esto le lleva a manifestar su dolor con constantes gemidos a la vez que alza brazos al cielo por si el ingrato crónida se apiadara de su situación. Ahora debe vagar por el bosque, ese bosque tantas veces recorrido, por el que ahora vaga errante sin ni siquiera atreverse a descansar; acosada por los ladridos de los perros y aterrorizada por las mismas bestias salvajes a las que antes daba caza. Pero esto no era nada comparado con lo que le quedaba por vivir; pues pronto Arcas, su hijo, próximo a cumplir los quince años e ignorante de quien era su madre, al iniciarse en el arte de la caza se adentró en los bosque de Erimanto tras el rastro de animales salvajes, encontrándose de pronto frente a ella dispuesto a atravesarle el pecho con una flecha mortal. Este fue el momento que eligió Zeus para intervenir impidiendo el parricidio. Paralizó sus cuerpos y los elevó por el aire en alas de un veloz viento que los colocó en el cielo catasterizándoles convertidos en La osa mayor y la estrella Arturo, su guardián, en la cercana constelación de Bootes.

El destino final de Calisto en el cielo brillando con todo su esplendor enfureció aun más a Hera, ya que cuando llega la noche y la oscuridad se apodera del mundo la Osa mayor brilla en todo su esplendor y es como una herida que permanentemente reavivará su dolor; hubiera preferido que Zeus le devolviera su antiguo aspecto, como había hecho con anteriores amantes, o incluso que la hubiera conducido a su lecho; pero no soportaba el ultraje de dejarla brillar en el cielo convirtiendo en eterna su afrenta. Eso les dijo Hera a Tesis y Océano, quienes la habían criado, pidiéndoles ayuda.

Como ocurre en muchas ocasiones el relato tiene otras versiones: Ártemis, que exigía a sus damas la misma castidad practicada por ella, sería quien hubiera matado a Calisto al darse cuenta de que estaba embarazada, transformándola en osa y haciendo que la jauría la persiguiera hasta destrozarla, en un acto similar al que sucede con Acteón, y después Zeus la llevaría al cielo poniendo su imagen entre las estrellas. Otros dicen que el mismo Zeus la transformó en osa y que Hera hizo que Ártemis la cazara por error. Arcas sería salvado convirtiéndose en el antepasado de los arcadios.

La historia de Calisto demuestra una vez más el pensamiento vigente en la antigüedad clásica, Graves indica que la mitología no hace mas que transformar en relato mítico la historia real para hacerla comprensible al hombre de la época. Pero no deja de ser destacable el sistema utilizado para hacerlo, el hecho de que Zeus en la mayoría de las ocasiones en que se enamora y quiere yacer con una de las numerosas jóvenes que le apasionan utilice la fuerza para hacerlo, ya que ellas, normalmente, no están dispuestas a ello indica que la relación sexual entre hombre y mujer se equipara a una situación de dominio del varón sobre la hembra; y Graves relaciona habitualmente este tipo de acciones, normalmente violentas, de Zeus con las conquistas reales de los Dorios sobre ciudades o regiones dominadas por otros pueblos helenos. Por otro lado el relato de Ovidio sobre Calixto en sus Metamorosis, presenta también otro matiz que incide en el mismo sentido, y es el sentido culpa que sufren las jóvenes ultrajadas, quienes normalmente se esconden y se sienten culpables de haber sido violentadas, cuando en realidad son unas víctimas de Zeus. La actuación de Hera está también próxima a estos parámetros, ya que aunque siente ira contra su marido por sus acciones, esto no le impide considerar culpables a las jóvenes, a las que califica de rameras, meretrices, y otros improperios equivalentes y a las que castiga duramente, sin valorar si ellas sido forzadas o no por Zeus. Todo esto es destacable ya que a pesar del tiempo transcurrido desde que estos textos fueron escritos todavía, en la sociedad actual, podemos observar comportamientos similares herencia, sin duda, de este pensamiento sexista y patriarcal que ha prevalecido en el imaginario colectivo través de los siglos y que sigue siendo asumido por muchos hombres y mujeres del siglo XXI.

GLORIA MELGAR (1859-1938). XIX. Por Virginia Seguí

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Las Exposiciones en España: Universales, Nacionales y Regionales.

Llegados a este punto es necesario que nos preguntemos qué ocurría en España respecto a estas cuestiones y cómo se produce el proceso en el caso español. El panorama que encontramos refleja la particular situación sociocultural española pero no deja de presentar aspectos que pueden relacionarse con la situación internacional.

Según se desprende de algunos comentarios y opiniones de la época en España no se interpretaba correctamente el valor de las Exposiciones Universales:

«Castro y Serrano en su <España en Londres. Exposición de 1862> pone de relieve la falsa interpretación que las autoridades y organizadores españoles hacen, por lo general, de lo que en realidad deben ser estas manifestaciones. Los productos enviados al Palacio de Fawkes en 1862, por ejemplo, pertenecían más a una España del siglo XVIII que a su tiempo, haciendo creer a propios, y, sobre todo, a extraños que el genio español diferente, se encontraba presente en todos los productos remitidos.»

Al parecer tanto los expositores como la Administración española, confundían exposición con bazar, habiendo presentado al certamen objetos de su industria particular, notándose en la participación española una tendencia a lo raro y difícil; advirtiéndose también una tendencia al lujo, cuando lo interesante sería exponer artículos sencillos, asequibles en el mercado, producto de una industria nacional pero modernizada en sus sistemas productivos.

Las Exposiciones Universales daban cabida a tal número de objetos que era difícil para las diferentes administraciones conjugar todos los intereses, el organismo competente fue, en un principio el Ministerio de Fomento, después se traspasaron competencias el de Instrucción Pública, negociado de Fomento. Desde las secciones correspondientes se enviaban escritos a las diferentes Instituciones y organismos implicados en la Exposición y se les invitaba a colaborar con la administración excitando a: artistas, industriales, agricultores, etc., según el caso, a participar en el evento.

El Archivo de La Real Academia de Bellas Artes de San Ferrando contiene varios legajos relativos a las diferentes Exposiciones Universales. Uno de ellos relativo a la Exposición Universal que tuvo lugar en Londres en 1862 contiene varios documentos, entre ellos la relación de obras de arte español que fueron enviadas por la Academia; constatándose en ella que, las obras enviadas al certamen muestran, desde luego la grandeza del arte español, pero no ponían de manifiesto la situación del mismo en el momento actual ni los adelantos producidos en las Bellas Artes.

Esta situación no es aislada, ya que años después cuando se plantea a la Academia la presencia en la Exposición de Viena, ésta encuentra dificultades en la participación y comunican:

«[…] que después de un moderado examen y aunque animados del mejor deseo, la comisión no pude proponer a V.E. ninguna obra, ni objeto que deba figurar en la citada Exposición Universal, si bien existen en la Academia notabilísimas obras de arte, ningún autor es contemporáneo y los que existen son bien conocidos por medio de los grabados, litografías, etc. y por otro lado están los riesgos del traslado de Madrid a Viena. Las Publicaciones de la Coorporación, si bien interesantísimas hechas con el sólo objeto de dar a conocer las obras de arte, están ejecutadas con escasísimos medios y no reunen las condiciones de arte indispensable, para dar idea del estado del grabado en este País. La Publicación los Monumentos de España puede figurar sin problemas. Recomiendan se de publicidad de la convocatoria a los artistas de la Academia, pues los otros ya lo conocen por la convocatoria oficial y nada más».

La polémica sigue en relación con las Artes Decorativas y la Arquitectura, ya que el 6 de febrero de 1873 la Comisión de la Exposición Universal de Viena se dirige, nuevamente, al Director de la Academia para llamarle la atención sobre: «[…] el programa especial para grupos 19 y 20 que se presentan en el programa de la exposición págs. 27 y 28 que se ocupa del programa de las <Habitaciones urbanas para la clase obrera con su distribucion y decorado y de las habitaciones rurales en su distribución y mobiliario

Indica que el asunto no puede ser de mayor importancia dado el carácter social de la cuestión, una de las que más interesan ahora. Le manifiesta que no ha acudido al llamamiento ningún particular: «[…] presume que esta ilustrada Academia  no querrá que España se encuentre entre las negaciones y por tanto tengo el honor de invitar a V.E. para que se digne a ocuparse del asunto, si le parece oportuno a fin de que España se halle representada en esta parte interesante del trabajo humano no menos valida en lo que se relaciona con el bienestar de la humanidad.»

La Academia responde a esto con lo siguiente: «[…] que una vez tratado el asunto en sesión de 17 del corriente, se ha resuelto que no puede corresponder como sería su deseo, ya que la Academia tiene índole consultiva, y nunca le compete ejecutar, sino propagar la doctrina artística, juzgar y censurar los asuntos que se le someten a examen y asesora al Gobierno en los negocios del Instituto.»

Nos estamos refiriendo, únicamente, a lo relativo a la participación oficial y ciñéndonos a la participación en la Sección de Bellas Artes, ya que los particulares podían acudir al llamamiento del Ministerio directamente, presentando sus obras en los lugares y días indicados. Y la participación ya presenta problemas. Pero las Exposiciones Universales eran mucho más que esto, a medida que se convocan van configurándose, cada país hace hincapié en los productos en los que puede destacar, dados los avances, de su industria, su agricultura o sus Bellas Artes, se van añadiendo o quitando secciones, hasta conseguir, en las últimas del siglo, una mayor perfección en la clasificación de los objetos, abarcando ya, prácticamente, todos los aspectos de la vida; en este sentido nos ilustra un artículo en una revista de la época, que comenta algunas de estas incidencias.

Destaca la idea que tuvo un individuo de la Sociedad de Artes y Oficios de Londres, Mr. Twining para la Exposición celebrada en esa ciudad en 1855 celebrada en la misma ciudad, que fue aceptada por la Comisión; la inclusión de una sección denominada Galería de Economía Doméstica que incluyera objetos muy baratos destinados á los usos más frecuentes, en ella se expusieron objetos notables por su baratura formando una clase que se componía de las cinco subdivisiones siguientes: 1) Alimentos y provisiones; 2) Muebles y utensilios domésticos; 3) Ropas y vestidos; 4) Planos, materiales y modelos vivientes y 5) Modelos de habitaciones amuebladas. Pero, sin embargo, en la siguiente exposición internacional que se celebró en Londres no se tuvo en cuenta esta idea; en ese momento lo que les interesaba era mostrar los adelantos que se estaban realizando en el campo de las enseñanzas industriales, incluyéndose, por tanto, una sección dedicada a este tema, que por otro lado no dejaba de ser estar relacionado con el anterior:

«Nos referimos á la enseñanza del dibujo industrial y del gusto artístico, es decir, de la aplicación del arte a la industria, objeto de sus esfuerzos desde el año 1851 en que se celebró la primera exposición universal. Deseosos de dar á conocer los adelantos que había hecho en Inglaterra la enseñanza profesional en el intervalo de los once años transcurridos entre las dos exposiciones, establecieron al efecto una clase especial que abrazaba los métodos y material de enseñanza en las diversas naciones representadas en la exposición y material de las escuelas; 2º Legislación especial; 3º Enseñanzas especiales para los ciegos y sordo-mudos; 4º Enseñanza de las ciencias naturales; 5º Geometría, planos de relieve, cartas geográficas; 6º Enseñanza de dibujo artístico aplicado á la industria, bibliotecas populares, estadística y datos relativos á la instrucción primaria y 7º Enseñanza industrial.[…]»

A Continuación, nos indica las novedades que, al parecer, van a producirse en la convocatoria de la Exposición Universal que se celebrará en París en 1867: «Una de las innovaciones más felices y á la vez más originales que ha de llamar muy especialmente la atención en la Exposición universal que ha de inaugurase en París el día 1º de abril de 1867, es la formación del grupo 10º que comprende <los objetos destinados á mejorar la condición física y moral de los pueblos>»

Todo esto nos da una idea de la magnitud que adquirieron estas exposiciones y de las dificultades que suponía acudir a ellas con productos nacionales, en situación de clara inferioridad, sin que este hecho no fuera demasiado patente. Es de suponer que las autoridades y las Instituciones competentes irían, poco a poco, concienciándose e intentaran mejorar desde dentro la situación, para crear una nueva estructura que permitiera hacer una selección previa de los productos que después saldrían al exterior a representar al país, esta será una de los motivos que, en mayor o menor medida, influirá en la realización de las Exposiciones Nacionales, ya sea de Bellas Artes o de productos de la Industria.

Las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes no comienzan a realizarse hasta 1856,  aunque desde 1815 ya se venían realizando, periódicamente, exposiciones que en algún caso han sido calificadas de <juntas versallescas> o exposiciones realizadas por la Academia de Bellas Artes pero de acceso restringido tanto en artistas concurrentes como en público asistente; no pudiendo, por tanto, calificárselas de nacionales ni incluirlas en la categoría de muestras públicas de arte. Así pues, lo que se considera la primera Exposición Nacional de Bellas Artes fue la que se realizó en 1856, que aunque también fue convocada por la Real Academia de San Fernando, fue abierta para artistas y público.

No creemos que la coincidencia de fechas sea casual, sino que, más bien al contrario que la realización de las Exposiciones Universales que tuvieron gran aceptación y éxito de público influye, decisivamente, en la transformación que, a partir de ahora, sufren las exposiciones que realizaba la Academia muy restrictivas hasta estas fechas. Aunque los cambios no pueden achacarse, únicamente, a la repercusión de estos eventos internacionales, sí que pensamos que algo influyen.

Respecto al contenido de estas exposiciones vemos que el Reglamento que regula la celebración de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes indicaba que la Sección de Pintura comprendería cuadros, dibujos, agudas, miniaturas, obras al pastel, esmaltes, porcelanas y mosaicos en piedras duras o pastas, estampas grabadas en dulce, al agua fuerte o a la manera negra en madera y en litografía. Como vemos la sección de Pintura engloba una gran variedad de técnicas. A nuestro entender esta circunstancia produce cierta confusión pues, además, los catálogos no hacen referencia a las diferencias soportes, siendo difícil determinar las características de las obras.

Un Real Decreto firmado por la reina Isabel II sanciona la celebración de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, en él se indican las secciones que constituyen estas celebraciones, en principio serían tres: Pintura, Escultura y Arquitectura, a estas se añadirá la de Artes Decorativas, las seis que se celebran entre desde 1897 a 1908 y luego las de 1920, 1922, 1924, 26, 30, 32 y 1934.

Como ya hemos visto antes no es que no se expusieran objetos de esta categoría sino que se incluían dentro de la categoría de pintura (porcelanas, esmaltes, etc.). Pero no quedaba reflejado en los catálogos que se confeccionaban, haciendo muy difícil averiguarlo. En nuestro país las muestras de productos industriales son, sin embargo, más tempranas. Barcelona sería la ciudad más avanzada en este aspecto, de acuerdo con su condición de ciudad industrial por excelencia, tendrá iniciativas muy tempranas; ya que con motivo de la visita realizada por Carlos III en 1759 y Carlos IV en 1802 ya había realizado muestras de este tipo en un intento de demostrar su supremacía industrial sobre el resto del país; con posterioridad a partir de junio de 1822  comienza una serie de exposiciones industriales y mantendrá bastante regularidad en su convocatoria.

El Conservatorio de Artes y Oficios de Madrid, entra en competición con esta iniciativa catalana y comienza a celebrar este tipo de exposiciones desde 1827 fecha en que realiza la primera de ellas bajo el título de: «Exposición Pública de los productos de la Industria Española.», el decreto de 5 de septiembre de 1827 que regulaba este tipo de exposiciones, en principio, planteaba su realización trienal, la realidad es que se celebraron certámenes de este tipo en los años 1828, 1831 y 1841, a partir de esta fecha parece que se consigue la idea inicial de celebrarlos cada tres años. En este caso se trata de productos de la industria nacional, donde también tienen cabida los catalanes, y recayendo en los industriales de esta comunidad muchos de los premios concedidos.

La participación de productos cerámicos o de porcelana en estas exposiciones, es escasa y siempre son artículos presentados por fábricas, rara vez es un particular quien presenta los objetos. El catálogo de la exposición de 1827, no deja duda sobre la precaria situación de la industria española; relaciona los objetos por orden de llegada, con expresión de las personas u organismos que los han presentado y de los pueblos donde han sido elaborados. La mayoría de los objetos presentados se incluyen dentro del grupo de los textiles. Barcelona es la que más objetos presenta, los números 33 al 105 corresponden a esta provincia. La participación por Talavera la hacen los Gremios Mayores de Madrid. La Moncloa Real Fábrica de Loza de S.M. presenta 32 piezas. Poco más se puede decir de este catálogo. El Catálogo de la exposición Industrial de 1845 vuelve a presentar las mismas características que el anterior, un muestrario de industrias tradicionales, que no aportan nada nuevo a la industria española; el de 1850 presenta ya una cierta organización, se divide en varias secciones, de entre ellas la que más nos interesa es la III relativa a <Arte cerámica. Loza y porcelana, Azulejos. Adornos de piedra artificial, o de barro cocido. Vidriería>. Hay una mayor participación y se observa una cierta innovación en los productos presentados, participan en ella la fábrica de Pickman de La Cartuja que envía: Piezas de loza sueltas y juegos completos de mesa, café, jarrones, garrafas, platos. No hay, prácticamente representación de las Bellas Artes, ya que únicamente aparecen un grabador y un litógrafo.

Quizás habría que señalar que este tipo de certámenes, además de lo que tienen de demostración de las realidades de la industria nacional tiene una segunda lectura, la de su carácter científico y de investigación, sobre todo en cuanto a lo que esto tiene de innovación y de utilidad para la renovación de las industrias, esto se menciona en algunas de las exposiciones que hacen previas a las convocatorias, como sucede con la de 1850, en donde se indica que ciertos artículos pueden haber sido conseguidos sin mirar demasiado los gastos, únicamente pensando en su rentabilidad futura.

El ritmo de este tipo de exposiciones decrece, harán falta 21 años para ver un nuevo evento de este tipo en Madrid, se realiza en el Salón de Próceres del Retiro, y se denomina La Exposición del Fomento de las Artes. Presenta menos secciones y una menor calidad y participación que la de 1850.

Dada la situación en Madrid, las provincias toman iniciativa en el tema y comienzan a realizar sus propias exposiciones regionales. Cataluña, como ya hemos visto, dadas sus especiales características de desarrollo industrial y artístico destaca del resto, ya hemos hablado algo del tema, pero en el resto de provincias españolas, también,  se detecta un interés y realizándose exposiciones en muchas de ellas, destacando las de Valencia, Zaragoza, Valladolid.

El espíritu nacionalista catalán y el proteccionismo imperante hasta mediados del siglo, son, quizás, las causas principales que justifican la realización de estas muestras; que por otro lado pueden también encuadrarse dentro del tradicional fomento de la industria interna por parte de los respectivos gobiernos. En las distintas provincias o regiones también se realizarán exposiciones intentando emular tanto a las Exposiciones Universales como a las Nacionales. Cuando desde las regiones se plantea el llamamiento a las exposiciones nacionales se hacen las mismas consideraciones que se hacen a nivel nacional o universal, a continuación copiamos parte de la convocatoria que realiza la Sociedad Aragonesa de Amigos del País para la Exposición Regional Aragonesa de 1885:

«Fueron, en su tiempo, los torneos, lides en que la galantería y el valor, la destreza y la fuerza física, procuraban obtener los premios que la belleza tributaba al adalid que más se distinguiera: el ejercicio de las armas era entonces la única ocupación, salvo el claustro, de los hombres que sentían en su espíritu el deseo de servir á la patria y de obtener el aprecio y consideración de sus conciudadanos./ La civilización cristiana rompió los moldes de aquellas heroicas preocupaciones, y, ennobleciéndolas el trabajo, fundó los gremios, que vencieron á los feudos, y los burgos, que desmantelaron los castillos./ La actividad humana hizoxe fraternal y caritativa y cambió la espada de combate por el arado y la lanzadera. El mundo se admiró ante el noble espectáculo de las repúblicas italianas, y quiso imitarlas; y desde entonces la industria y el comercio tomaron distinguido asiento en los Senados, y dirigieron al pueblo por el camino de la producción./ Las exposiciones son los torneos del siglo XIX. Vencer en estas lides es la ambición de los particulares y de los pueblos.»

La actuación de la mujer dentro de las exposiciones industriales es escasa, los catálogos consultados dejan esto claro, en 1827 prácticamente no hay presencia femenina, en 1850 fueron nueve las mujeres que presentaron obras, todas ellas relacionadas con las textiles. Al igual que en el resto de exposiciones la participación va en aumento a medida que avanza el siglo, aunque su participación se circunscribe casi siempre a artículos textiles, no encontrando ningún ejemplo de presentación de piezas cerámicas o de porcelana. Este tipo de piezas, generalmente, es presentado por fábricas, como la de Pickman, La amistad, etc.

Respecto a la actuación de la mujer en las Exposiciones Nacionales, su participación fue mayor de la que cabía esperar dadas las dificultades expuestas para realizar un trabajo artístico serio, que pudiera ser admitido en ellas. El tema ha sido ya estudiado pormenorizadamente, y no creemos poder añadir nada a lo ya dicho, por tanto nos centraremos en algunas de sus conclusiones, que interesan para nuestro estudio ya que han fijado las características más destacadas de las obras que las artistas españolas presentan a las exposiciones nacionales. Establecen que los géneros más cultivados por estas mujeres artistas son: el bodegón y el paisaje. Las dificultades de aprendizaje, ya mencionadas, hacen que la representación de la figura humana sea escasa, se evitan las representaciones de grupos, etc.; si se representan figuras éstas están aisladas, siendo el retrato uno de los ejemplos mas destacados dentro de este apartado. Otra característica destacable en las obras realizadas por mujeres es su pequeño formato.

El tema es amplio y podríamos extendernos comentando cada caso o aspecto concreto; creemos que ello no nos conduciría a nada nuevo sino, más bien, a repetirnos al tener que volver a incidir  en los mismos aspectos, consideramos que lo expuesto plantea una panorámica de la situación lo suficientemente aclaratoria para ubicar en ella la obra realizada por nuestra artista.

A continuación, y para terminar con este apartado, vamos a exponer la especial incidencia y trascendencia que tuvieron las Exposiciones Universales en la situación de las mujeres y los avances que en ellas se consiguieron.

BIBLIOGRAFÍA:

 AA.VV. Catálogo de los objetos que se presentan en la Exp. Pública de los productos de la Industria Española. Madrid. 1827.

AA.VV. Catálogo de los objetos que se presentan en la exposición pública de los productos de la Industria española. Madrid. 1845.

AA.VV. Catálogo de los objetos que se presentan en la exposición pública de los productos de la Industria española. Imprenta del Colegio de Sordo-Mudos. Madrid. 1850

AAVV. Catálogo de los productos de la industria que se presentan a la Exposición Pública de los productos de la Industria Española. Madrid. 1827

AA.VV. Exposición Universal de París. Catálogo de la Sección española. Comisión General de España. Imprenta de Manuel Minuesa de los Ríos. Madrid. 1878

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Alcover, José. «El Grupo 10. de la Exposición Universal de París». En La Gaceta Industrial del 14 de octubre de 1865. Año I. Núm. 44. Madrid

Archivo Rabasf. Legajo 55-1/1.

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Gutiérrez Burón, Jesús. Exposiciones de pintura en España en el siglo XIX. UCM. Madrid. 1887. Tesis Doctoral. Tomo I

Pantorba, Bernardino de. Historia y crítica de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas en España. Ed. Jesús Ramón García Rama. Madrid. 1980.

Reyero, Carlos y Freixe, Mireia. Pintura y Escultura en España. 1800-1910. Ed. Cátedra. Madrid. 1995

Historia de la Mujer – Mujeres célebres de la Antigüedad

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           El historiador Antonio Pirala continúa con su serie de artículos sobre las mujeres de la Antigüedad descubriendo a sus lectoras de la revista El correo de la Moda las acciones sus acciones y hechos mas relevantes. El que introducimos a continuación se publico el día 16 de agosto de 1853, como siempre en la sección <Historia de la mujer. Instrucción>. Respetamos la ortografía original.

Mujeres de la Antigüedad: Arquileonida, Arria, Artemisa y Aspasia

La envidia de nuestro sexo intenta desvirtuar los casos sin cuenta que la historia de todos los tiempos y de todos los pueblos presenta del mérito de tantas mujeres, alegando que son una excepción de regla. Si las Amazonas y las Espartanas no destruyesen su aserto, las Argivas y Focenses les impondrían silencio en el particular de que mas blasonan. Eduquen á la mujer como a sí mismos se educan, y si en igualdad de circunstancias no corresponde, á pesar de su distinta organización y condiciones, á lo que debe aguardarse de la misma, entonces, y solo entonces, tendrémos derecho á decir que las mujeres que descuellan en tal ó cual ramo del saber, en valor o en hechos grandes, son fenómenos de su sexo. Mientras tanto abrigarémos la convicción de que tan dispuestas como nosotros para ciertos conocimientos, son mas susceptibles de todo lo grande y de todo lo sublime por su delicada imaginacion, por su exaltacion ardiente.

Breves serán los ejemplos que hoy ofreceremos de los supuestos fenómenos, cuyo número infinito destruye de suyo la suposicion. Si se trata de la grandeza de su alma, ahí esta Arquileonida, esa famosa lacedemonia, cuya respuesta a los que elogiaban el valor de su hijo, muerto en el combate, ha celebrado tanto la historia.- <Gracias á los dioses, dijo, aun quedan en Esparta otros mas valientes que mi hijo:> ahí Arria, ilustre romana, notable por su pasion á su marido, y mas aun por el valor con que murió; pero es tan elevado y tan digno su fin que merece reseñarse. Peto, su esposo, partidario de Escriboniano, sublevado contra el emperador Claudio, fue preso y embarcado para roma. En vano rogó Arria ocupar el lugar de un esclavo, que no se le podria negar por su categoría. Sin dejarse dominar por la desesperacion, siguióle sola en su esquife desde la Esclavonia. Allí, y en presencia de Claudio, reprendió  agriamente á la mujer de Escriboniano, porque aun conservaba la vida habiendo visto morir á su marido. Condenado Peto á muerte, y sin medio de salvarle, instóle su mujer á que se suicidase; mas viéndole sin resolución para ello, dióle ejemplo, y clavándose el puñal que le presentaba. Así, Peto, le dijo: y sacándosele se le ofreció tranquila, añadiendo: Toma Peto, esto no hace mal, y el romano se dió la muerte.

Nuestra religion reprueba justamente el suicidio, pero téngase en cuenta que no lo reprobaba el paganismo. Remontándonos, pues, á las antiguas épocas, que despojan al hecho referido de toda falta, no tendrá límites nuestro asombro al contemplar el valor inmenso de esa mujer, su entereza, su amor á la honra de su esposo, y su heróico sacrificio.

Si se trata de una mayor conyugal que no requiera tanta fiereza y dignidad, ahí está la esposa de Mausolo, que dio sér con su dolor á una palabra. A la muerte de su marido, aborrecido y aborrecible por su carácter fiero, la reina de Halicarnaso, Artemisa, le erigió un sepulcro tan magnífico, que se tuvo por la tercer maravilla del mundo, derivándose de aquí la denominación de Mausoleo, que se da á los monumentos fúnebres de importancia. Y se dice que consumió las cenizas de su marido quemando una pare con sus aromas, y mezclando las demás con sus bebidas. Lo cierto es, que minada por el dolor su existencia, murió en el mismo Mauseoleo 353 años antes de Jesucristo.

Y si por último, se requieren pruebas de un talento consumado, y de asiduos y profundos estudios, otro ejemplo presentaremos hoy de la antigüedad.

Aspasia, natural de Mileto, en la Jonia, fué tan célebre por su instrucción como por su belleza. Estudió en Atenas, y su casa llegó bien pronto á ser el punto de reunion de los hombres mas distinguidos de la Grecia. Allí se discutían los puntos mas interesantes de la filosofía, de la literata y de la política: el mismo Sócrates iba á escuchar sus lecciones, y Alcibíades y Pericles eran de los concurrentes mas asíduos. Amiga de todo lo grande, noble y bello, contribuyó con todo su poder á inspirar á los atenienses el gusto por las artes; y por su elocuencia, su amabilidad, y su claro ingenio, merecia los respetos que la tributaban los filósofos, los guerreros y los hombres mas distinguidos de la Grecia. Esposa del insigne Pericles, é influyente como tal en los negocios del Estado, dividido entonces en bandos, envidiada además por su hermosura y valor, fue víctima de los venenosos tiros de la calumnia, y acusada por partido contrario a su esposo de no creer en los efectos divinos de los fenómenos celestes y atmosféricos, ni dar crédito á la mitología griega. Esta mujer ilustrada se habia adelantado unos cuantos siglos a despreciar los delirios mitologicos, como nosotros hace ya algunos que los despreciamos. Era sin embargo punto de religion, y el Areópago, que no transigia en asuntos de esta especie, se hallaba poco dispuesto a absolverla. La defensa elocuente de su esposo no bastó á poner de su parte a los inflexibles jueces: Aspasia sabia lo terrible de las penas con que los areopajitas castigaban la impiedad; y por una debilidad muy propia de su sexo, prorrumpió en llanto. Pericles sabia por experiencia todo el poder que el hermoso semblante de Aspasia ejercia en el momento de verter lagrimas, y recurrió en tal conflicto a un lenguaje de accion para conmover á los jueces. Levantó el velo con que esposa estaba cubierta y el Areópago la salvó.

Atenas debió al genio singular de esta mujer el rápido progreso que hicieron en su tiempo las ciencias y las artes; y si nuestra era no hubiese cerrado las puertas del saber á esa hermosa mitad del género humano, otro seria el estado de unas y otras, y mayor que el de las antiguas el número de las mujeres modernas que ilustrasen á la humanidad con sus luces, y la empujasen hacia la perfeccion, en cuya digna empresa no debiéramos desdeñar sus esfuerzos.

GLORIA MELGAR (1859-1938). XVIII. Por Virginia Seguí

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Las Exposiciones. Exposiciones Universales

1. Antecedentes Y Planteamientos.

Volvemos a tener ante nosotros un tema amplio y complicado, relacionado con varias de las cuestiones que hemos tratado a lo largo de este trabajo y con las que quedan aún por ver.
Durante el siglo XIX tiene lugar el proceso a través del cual la burguesía consigue acceder al poder y al control de la sociedad, con ello el ideal burgués de igualdad del género humano y de confianza en el progreso se generaliza, produciéndose un cambio en las mentalidades, una de las mejores muestras de este cambio es la realización de este tipo de certámenes. Su creciente importancia se debe en gran parte a la competitividad entre los países y a la importancia que para los gobiernos tienen las demostraciones de poder. En el mundo moderno estas demostraciones se trasladan al campo económico. Las rencillas políticas quedan reducidas a meras competiciones lúdicas o a lo sumo comerciales, los sentimientos nacionalistas de los diferentes pueblos van a quedar plenamente satisfechos saliendo victoriosos en estos certámenes, en lugar de tener que dilucidar sus diferencias en los campos de batalla, algo mucho menos rentable.
El mundo tras un largo período de guerras, en las que la mayoría de los países ha invertido gran parte de sus recursos humanos y económicos, siente la necesidad de un cambio, este cambio conlleva una nueva forma de hacer política, se trata de lo que se conoce como que invade a todos los países. Una especie de conciencia general que cree llegado el momento de buscar la paz. Sólo en un clima de paz y fraternidad puede conseguirse el desarrollo industrial que genere la recuperación demográfica y económica. Comienza entonces una nueva lucha en este caso: incruenta, por adquirir la supremacía sobre el resto de naciones mediante el control de comercio y la superioridad industrial, nada mejor que este tipo de muestras para llevar a cabo sus intenciones.
En los principales países occidentales existía una tradición en la realización de Exposiciones, hasta ahora de carácter nacional o provincial. En relación con las Bellas Artes sí queremos concretar las fechas en que comenzaron a realizarse; tendríamos que remontarnos a 1699 fecha en que tiene lugar la que se considera la primera de ellas; a Francia le cabe el honor de inaugurar el proceso al organizar en El Salón Carré, situado en el Palacio del Louvre, la primera exposición de Bellas Artes. En 1737 se institucionaliza la realización de este tipo de eventos fijándose para ellos una periodicidad bienal. En un primer momento estas muestras públicas de arte se denominaban con el término: Salones.
Una cuestión importante es el cambio sustancial que supone el hecho de facilitar el acceso de un público profano a la contemplación de la obra de arte; esto, sin duda, tiene que ver con los cambios que se están produciendo en el seno de la sociedad, consecuencia directa del crecimiento y alza que está consiguiendo la burguesía
Debido a la naturaleza de nuestro estudio, no nos hemos ceñido sólo a lo concerniente a las Bellas Artes y hemos buscado también antecedentes sobre cuándo y cómo comenzaron a realizarse exposiciones de los productos de la industria, categoría en la que estarían encuadradas lo que hemos denominado: Artes Decorativas; también en este campo, vuelve a ser Francia quien inicia el proceso, aunque la fecha sea un poco más tardía ya que la primera de ellas, tenía lugar en El Campo de Marte en el año IV de la Revolución (1798) organizada por François de Neufchâteau con el título de: <Exposition des produtis de l’industrie française>.
El Estado francés, que desde Colbert, tiene una amplia experiencia en fomentar y proteger la industria nacional, no pierde ocasión para estimular a los industriales franceses no duda en tomar la iniciativa efectuando él mismo la convocatoria en un claro intento de conseguir el mayor desarrollo y modernización de su industria aunque todavía con pretensiones proteccionistas. El prestigio que, sin duda, suponía acudir a las exposiciones y ver premiados sus productos era un aliciente tanto para los artistas como para los fabricantes. El aumento en la producción pasaba por una mayor divulgación de sus productos de tal manera que se posibilitara un aumento en los clientes. Los nuevos y modernos métodos que, poco a poco, impondrán el avance de la revolución industrial ayudarán también al provocar un abaratamiento de los productos facilitando el acceso a ellos del gran público. Benévolo, en este sentido, dice de ellas: «Las exposiciones de los productos de la industria reflejan la relación directa que se establece entre productores, comerciantes y consumidores después de la abolición de las corporaciones»
El fenómeno de las Exposiciones Universales se incluye dentro del cambio que hacia mediados del siglo XIX se produce en las políticas comerciales de los países occidentales, que dejan a un lado el proteccionismo imperante y optan por una apertura al exterior acorde con las nuevas ideas de la época.
Son mucho más que un compendio de los dos tipos de eventos de los que hemos hablado anteriormente, ya que se incluyen la exposición multitud de artículos y objeto, que afectan a los aspectos más variados de la vida diaria; de sus sistemas de fabricación, la maquinaria empleada, productos químicos y un largo etcétera que por prolijo no vamos a enumerar aquí y que irá creciendo al ir sufriendo modificaciones en las sucesivas convocatorias.
Los enciclopedistas en los comienzos de la industrialización, a través de su obra, pusieron al alcance de los eruditos muchos de los avances de su tiempo, consiguiendo la propagación del conocimiento en los diferentes campos científicos y sus diferentes aplicaciones. Haciendo un paralelismo podríamos considerar que las Exposiciones Universales hacen, en esta segunda fase de industrialización, el mismo papel que la Enciclopedia pero a mayor escala ya que permiten conocer y visualizar los avances de la ciencia, la técnica, la agricultura, la industria y las artes a un público profano, permitiendo y facilitando su conocimiento, no ya sólo a los eruditos sino al gran público, produciéndose así su democratización. Verner Plum cuando estudia la función de lo que él llama Exposiciones Mundiales las considera piezas didácticas:
«Fueron escenario de la historia social interdisciplinaria. Pusieron de manifiesto la complejidad de los fenómenos socioculturales, ya que las exposiciones se hallaban en una estrecha interconexión, informaciones industriales, formación técnica, comunicaciones, congresos y movimientos internacionales, artes plásticas, así como también manifestaciones del colonialismo. Las exposiciones fueron piezas didácticas de la historia cultural«.
Además de lo expuesto su importancia radica, esencialmente, en el gran paso que supone internacionalizar el evento consiguiendo con ello un aumento sustancial en la competición y lo que es más importante una gran apertura en las posibilidades de mercado y consumo, aspectos que van a sufrir, a partir de ahora, aumentos espectaculares e inimaginables. Las Exposiciones Universales continúan realizándose en la actualidad, pero es durante el siglo XIX cuando adquieren relevancia y carta de naturaleza con tanta fuerza que el propio siglo es a veces, haciendo un ejercicio de metonimia, denominado: El Siglo de las Exposiciones.
La convocatoria a la primera Exposición Universal parte, como cabría esperar, del país más industrializado del momento: Inglaterra. No será en este caso del Estado de quien, en 1850, provenga tal iniciativa, sino de la potente clase industrial y comercial inglesa, aunque el gobierno inglés no se encontrará desvinculado de ella, al incluir el comité Organizador a un miembro destacado de la familia real: el príncipe Alberto de Sajonia Coburgo Gotha esposo de la reina Victoria(Fig. 57-8), como presidente de la Comisión Real, a quien junto con Henry Cole se considera animador de la exposición.
Henry Cole había organizado en 1847 exposiciones de productos industriales en la Society of Arts de Londres; sin embargo, lo que no había logrado era el principal objetivo que desde entonces se había marcado: la organización de una exposición nacional de la industria inglesa. Curiosamente, en lugar de eso, lo que conseguirá en 1850 como ya hemos dicho anteriormente fue la convocatoria de la primera exposición internacional de la industria que permitiría a la industria inglesa medirse, en plano de superioridad, con la del resto de países del mundo. Se planificó la exposición de manera que dicha superioridad pudiera quedar clara; para ello organizaron una exposición a su medida; combinando principalmente dos aspectos: el edificio que acogería la exposición y las bases de la convocatoria.
El primer objetivo, se consigue mediante la realización del denominado Crystal Palace (Fig. 59.) obra del jardinero, ingeniero y arquitecto autodidacta: Joseph Paxton, quien construye, en Hyde Park, el edificio que se convertirá en sede de la exposición. Este pabellón es ya, en sí mismo, una demostración del potencial de la industria inglesa; se emplean en su construcción los materiales más modernos del momento: cristal y acero y requerir en su ejecución unos métodos de montaje modular también extraordinariamente novedosos que permitirán que el edificio se convierta en uno de los primeros ejemplos de la arquitectura moderna. A todo esto debemos añadir que pese a su complejidad, el edificio se levanta en un tiempo récord. Transcribe Benevolo lo que Dickens describen el el Household Words, respecto al proyecto.
«Dos contratistas de Londres, contando con el carácter concienzudo y la buena fe de algunos maestros herreros y vidrieros de la provincia y de un carpintero de Londres, se comprometieron por una suma fija y en el plazo de cuatro meses a cubrir dieciocho acres de terreno con un edificio de más de un tercio de milla de longitud (1851 pies, que corresponden al año de la Exposición) por unos 450 pies de ancho. Para lograrlo, el vidriero prometió entregar, en el plazo previsto 900.000 pies cuadrados de vidrio (más de 400 toneladas de peso) en láminas separadas, las mayores construidas hasta entonces de vidrio de 49 pulgadas de largo cada una. El hierro, a su vez, prometió fundir en el tiempo conveniente 3300 columnas de hierro, con una longitud variable de 14 pies y medio a 20 pies, 24.000 tubos destinados a formar una red subterránea para unir bajo tierra todas las columnas, 2224 vigas y 128 ménsulas para las galerías. El carpintero se comprometió a entregar 205.000 bastidores y la madera necesaria para esta enorme jaula de 33.000.000 de pies cúbicos, sin hablar de la gran cantidad de tabiques de cerramiento y obras de carpintería«.
Respecto a la segunda cuestión planteada: las bases de la convocatoria, debemos señalar que éstas están extraordinariamente meditadas. Se enfatiza en ellas todo lo relativo a la producción industrial; campo en el que se saben superiores y es claramente restrictiva en los aspectos en que se saben deficitarios; no convocando a concurso las categorías de artículos con los que les resultara difícil competir. Calvo Texeira indica en su obra:
«Como la Comisión Real había decidido excluir la pintura de la sección de Bellas Artes, en una astuta medida antifrancesa, ya que Francia ejercía un predominio abrumador en la creación pictórica, la escultura adquirió un protagonismo excepcional»
A partir de esta primera Exposición Universal de Londres desde los diferentes países comenzará un proceso de emulación iniciándose una sucesión de convocatorias (Fig.60-66) en muchos casos con fechas coincidentes que acabará creando cierta confusión y obligará a los países a organizarse de manera que la realización de las respectivas exposiciones no sea coincidente, en una palabra deberán consensuarse y regularse las convocatorias, aunque esto no sucederá hasta 1928.
Además no debemos olvidar que en todos y cada uno de los países concurrentes a estas convocatorias internacionales, éstas actuarán como una especie de motor e irán acelerando el proceso interno de exposiciones nacionales y provinciales; ya sean éstas de Bellas Artes o Industriales o de la combinación de ambas. En un intento de proporcionar a los industriales y artistas un lugar previo de competición, que sirviera de ensayo a escala nacional que les permitiera adquirir la calidad y experiencia suficientes poder competir, después a escala internacional con ciertas garantías de éxito. Dado que, en definitiva, ellos y sus productos eran los que iban a demostrar la situación de la industria y resto de categorías dependiendo, en última instancia, de ellos la posición que cada país obtendría en el ranking mundial.

BIBLIOGRAFÍA

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Plum, Verner. Exposiciones Mundiales en el siglo XIX: Espectáculos del Cambio Socio-Cultural. Traducción Española. Instituto Latinoamericano de Investigaciones sociales ILDIS. Leonardo Halpmen.

ÁRTEMIS frente al amor y la muerte. Por Virginia Seguí

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Posiblemente cuando Ártemis le pidió a su padre como regalo la eterna virginidad no tenia idea del verdadero alcance de su petición; hay que considerar que según los relatos tenía tres años cuando lo hizo; y aunque su condición de diosa nos induce a pensar que quizás tuviera mayor discernimiento que cualquier mortal a su edad, su petición debió ser hecha con la mayor de las inconsciencias.

Es posible que su visión sobre el tema estuviese mediatizada por la visión de este tipo de relaciones entre los dioses y las diosas del Olimpo y o entre unos y otros y el resto de los mortales, incluyendo los amores entre sus padres. Si consideramos que fue testigo, después de su propio nacimiento, y mientras ayudaba a su madre en el nacimiento de su hermano, de las dificultades que ésta tuvo para encontrar un lugar para alumbrarles no es de extrañar su decisión.

Fue también testigo de la violencia con que su madre tomó venganza de quienes estuvieron en su contra o quienes de una manera u otra la afrentaron; incluso fue, junto a su hermano Apolo, su mano ejecutora. Las historias de los relatos que cuentan las venganzas de Leto aún desprenden un sentimiento de impiedad que, sin duda, Ártemis debió sentir aún con mayor fuerza.

La leyenda relata que en los fértiles campos de Licia aun existe un viejo altar ennegrecido por el fuego de los sacrificios que, rodeado por juncos cimbreantes, se alza en medio de un lago y su sola visión hace pronunciar a los campesinos un escueto ruego: se propicia. Este altar no está dedicado a un dios de las montañas; sino que el ara pertenece a aquella que un día fue desterrada del mundo por Hera, esposa de Zeus, y que con dificultad fue acogida por la errante Delos, cuando aún era una ligera isla flotante para poder alumbrar sus hijos y cuando Leto, bajo un sol impenitente que abrasaba los campos pasó por los confines de Licia, patria de la Quimera, llevando a sus hijos hambrientos y casi deshidratados después de haber agotado la leche de sus pecho; sedienta y agotada ella por el largo esfuerzo pasó cerca de aquel pequeño lago en el fondo de un valle, les suplicó a los campesinos que recogían allí tallos de mimbre, juntos y algas amantes de los pantanos, permiso para saciar su sed y la de sus hijos; pero los campesinos se lo impidieron e incluso enturbiaron las aguas, de nada sirvieron sus ruegos, los campesinos le niegan lo que pide y además la insultan  y amenazan si no se aleja de allí. Entonces la ira le hace olvidar la sed a la hija de Ceo; y cesa en su súplica, ya no se rebaja sino que vuelve al cielo las palmas de sus manos y exclama: <que viváis para siempre en este estanque> los deseos de la diosa se cumplen. Y ahora puede vérseles bajo el agua y sumergidos todo su cuerpo en las profundidades del pantano o nadar y sacar la cabeza en la superficie. Ejercitan sus infames lenguas en continuas peleas y sus voces ya se han hecho roncas, sus gargantas tumefactas se dilatan en grandes bocas; su cabeza y la espalda se tocan, y el cuello parece desaparecer, el dorso se vuelve verde mientras que el vientre, que ocupa la mayor parte del cuerpo, se torna blanco; las ranas nuevas, van chapoteando por las aguas fangosas, en eso quedaron convertidos los campesinos bajo la ira de Leto.

Níobe y Anfion, tuvieron siete hijos: Sípilo Eupínito, Ismeno, Damasictón, Agénor, Redimo y Tántalo, y el mismo número de hijas: Etodea, o Neeera, según algunos, Cleodoxa, Astíoque, Ftía, Pelopia, Asticratía y Ogigia. Hesíodo dice que eran diez hijos y diez hijas. Níobe orgullosa de su progenie dijo que superaba a Leto en fecundidad provocando la indignación de la diosa envió a Apolo y Ártemis contra ellos. Apolo acabó con los varones mientras estaban de cacería en Citerón y Ártemis dio cuenta de las hembras durante el entierro de sus hermanos. Níobe acabó sola, sentada entre los cuerpos exánimes de sus hijos, sus hijas y su marido, y se siente endurecer por su desgracia, el aire no mueve ya sus cabellos y su rostro adquiere la lividez mientras sus ojos permanecen inmóviles en sus mejillas sin visión, la lengua se congela dentro del paladar endurecido, y las venas pierden la facultad de palpitar, el cuello no puede torcerse, los brazos no pueden hacer ningún movimiento, los pies no pueden caminar y también sus vísceras se han hecho de piedra, aunque todavía hoy del mármol brotan lágrimas y ya como estatua envuelta en un remolino de viento impetuoso llegó hasta su patria donde se consume incrustada en la cima de una montaña.

El episodio que relata la venganza de Leto frente el comportamiento de los campesinos de Licia y su impiedad hacia ella y sus hijos, aunque no justifica la crueldad de su venganza si permite comprender la actuación de la diosa, por las consecuencias que la acción pudo tener si no contra ella si respecto a sus hijos; pero la venganza sobre Niobe es a todas luces desmesurada para castigar una afrenta cuyas consecuencias no son equiparables al exterminio de toda una estirpe. Y ambas acciones ponen de manifiesto que Ártemis vivió desde muy temprana edad junto al ejercicio de la venganza y la crueldad. No debemos extrañarnos, por tanto de sus propias acciones cuando se siente ofendida o vulnerable y/o en peligro, como sucede en ocasiones en las que directamente se olvidan de ella o en las que intuye cierto acoso con  ocasión de posibles devaneos o escarceos amorosos.

El episodio de Eneo, rey de Calidón, es un ejemplo del primer caso, ya que al hacer una ofrenda a todos los dioses con las primicias de los frutos habidos durante el año en la comarca se olvidó de Ártemis, y ella, furiosa, envió un jabalí de tamaño y fuerza extraordinarios que dejaba yerma la tierra y aniquilaba los ganados y a todo ser con el que se que se topara. Eneo tuvo que convocar a los campeones de la Hélade y ofreció su piel como premio a quien lograra darle muerte, fueron muchos los que acudieron a su llamada, el primero de ellos su hijo: Meleagro y Driante, hijo de Ares; Idas y Linceo, hijos de Afareo de Mesina; Castor y Pólux hijos de Zeus y Leda, de Lacedemonia; Teseo, hijo de Egeo, de Atenas; Admito, hijo de Feres, de Feras; Anceo y Cefeo, hijos de Licurgo, de Arcadia; Jasón hijo de Esón, de Yolco; Ificles, hijo de Anfitrión, de Tebas; Pirítoo, hijo de Ixión, de Larisa; Peleo, hijo de Éaco, de Ftía, Telamon, hijo de Éaco, de Salamina, Eurition, hijo de Actor de Ftía, Atalanta, hija de Esqueneo, de Arcadia; Anfirao, hijo de Oícles, de Argos; con éstos también estaban los hijos de Testio. Esta cacería acabó en masacre ya que el interés de Meleagro por Atalanta fue motivo de discordia; algunos perecieron a manos del jabalí, y Atalanta fue la primera que consiguió herir a la fiera con sus flechas, Anfirao el segundo y Meleagro, le remató regalándole su piel a Atalanta; lo que el resto consideró inaceptable habiendo varones y provoco el enfrentamiento.

El origen de Orión tiene varias versiones unos dicen que nació de la tierra y otros que sus padres fueron Posidón y Euríale, y que su padre le concedió el poder de andar sobre las aguas del mar. Se dice que Ártemís mato a Orión en Delos ya que se atrevió a retarla a lanzar el disco y, en Grecia, el desafío a los dioses es un acto de insolencia que ineludiblemente provoca su ira. Otros vinculan su muerte con la violación de Opis, una de las vírgenes venida de los Hiperbóreos y que esto fue lo que provocó la ira de la diosa que lo abatió con sus flechas. Sin embargo, Eratós-Tenes en su obra Catasterismos, afirma que a quién intentó violar fue a la propia diosa y ésta hizo brotar de la tierra un gigantesco escorpión que acabo con él. Posteriormente Zeus catasterizó a ambos. Aunque Higinio en su Astronomía, asegura que Orión se había vanagloriado de ser capaz de matar a todo animal con el que se topase, y que la tierra, indignada, había hecho surgir este inmenso escorpión, para que acabase con él, por ello la constelación de Orión huye continuamente de la de Escorpión.  

El suceso de Acteón está más explícitamente relacionado con su virginidad, aunque existen varias versiones sobre el tema al parecer Acteón o bien había tratado de unirse a la diosa, o bien se había jactado de ser mejor cazador que ella, diversos autores tratan el tema Higinio, Diodoro Sículo, Pausanias y Ovidio, este último, en sus Metamorfosis, relata los hechos: Acteón, era hijo de Autónoe y Aristeo y fue criado junto a Quirón siendo especialmente adiestrado en el arte de la caza, y fue precisamente en una de sus cacerías cuando de manera inesperada se encontró en el peor lugar posible, el refugio de Ártemis, en un valle próximo a la zona de cacería de Acteón llamado Gargafia, existía un lugar consagrado a Ártemis, la diosa del vestido remangado, y en un lugar escondido del bosque una gruta tallada por la misma naturaleza de forma artística; a la derecha una límpida fuente de aguas tranquilas formaba un estanque rodeado de orillas herbosas y  allí solía rociar de agua sus virginales miembros la diosa Ártemis cuando estaba fatigada de la caza. Solía entrar en la cueva y entregar la jabalina, la aljaba y el arco destensado a una de las ninfas que le llevaba las armas, depositaba su túnica en los brazos de otra; mientras otras dos soltaban las ataduras de sus sandalia, y Crócale, hija de Ismeno, la más hábil de todas, le recogía los cabellos que le caen sobre el cuello, en un moño, aunque ella misma los lleva sueltos. Nefele, Hiale, Ránide, Psécade y Fiale sacan el agua y la vierten sobre ella con grandes vasijas.

La Titania se bañaba en la fuente, como acostumbraba, cuando el nieto de Cadmo, que vagaba sin rumbo fijo por esa parte desconocida del bosque, llegó al rincón sagrado de la diosa. Tan pronto como entró en la cueva en la que brotaba el manantial, las ninfas, desnudas, al ver entrar a un hombre empezaron a golpearse el pecho, y de repente todo el bosque resonó con sus chillidos mientras rodeaban a Ártemis para taparla con sus propios cuerpos, lo que conseguían a duras penas ya que ella era más alta y sobresalía por encima de todas ellas.

El rubor se adueñó del rostro de la diosa al ser vista sin sus ropas, aunque estaba protegida por sus compañeras que se agolpaban a su alrededor, se colocó de costado y volvió el rostro hacia atrás. Al faltarle las flechas solo pudo arrojar agua al rostro del joven mientras lanzaba palabras de venganza que hicieron presagiar la inminente tragedia: <y ahora ve a contar por ahí que me has visto sin velos, si es que puedes.>

Aun no había acabado de pronunciar estas palabras cuando el joven siente que en su cabeza aún chorreando agua, comienzan a puntar unos cuernos de ciervo adulto, se alarga su cuello y se afila la punta de sus orejas, a la vez que sus manos se convierten en   pezuñas y sus brazos en largas patas, su cuerpo se recubre con una piel moteada y una innata timidez le domina. Comienza una carrera de huída el hijo de Autónoe, y se sorprende de su velocidad, solo la visión de  sus cuernos y hocico reflejados en el agua le hacen comprenderla realidad y aun intenta decir: <pobre de mi>, aunque solo un gemido sale de su boca mientras sus lágrimas se deslizan por su rostro que ya no es el suyo; aunque su mente aún permanece como antes, permitiéndole pensar soluciones, no puede permitirse dudar, la jauría de perros viene pisándole los talones, puede ver y sentir a sus propios perros tras él, aunque ellos no le reconocen. Ovidio describe:  

«La manada entera le persigue por rocas, peñascos y riscos inaccesibles, allí por donde el camino es difícil y allí por donde no existe camino, ansiosa por capturar a la presa. Él huye por los mismos lugares por los que tantas veces ha sido perseguidor, huye, ¡Ay! De sus propios criados. Querría gritar: Soy Acteón ¿No reconocéis a vuestro amo? Pero le faltan las palabras, y el aire retumba con los ladridos. Melanpo e Ignóbates de fino olfato, fueron los primeros en dar la señal con sus ladridos: Ignóbates de Cnoso, Melampo de raza espartana. Después más veloces que la rápida brisa, salieron corriendo todos los demas: Pánfago, Dorceo y Oríbaso, todos de Arcadia; el valiente Nébrofono y el cruel Terón, junto con Lélaps, Itérelas, apreciada por sus pies, y Agre, apreciada por su olfato; Nape, hija de un lobo; Pémenis, guardián de ganado y Harpía, acompañado de sus dos hijos, y Ladón de Sición, de delgados flancos, y Drómade y Cánaque, y Escicte, y Tigre y Alce, y Leucon, de nívea piel, y Asbolo, de piel negra, y el poderosísimo Lacón y Aelo, resistente en la carrera, y Too, y la veloz Lamisca con su hermano Cirpio, y Hárpalo, con su mancha blanca en su negra frente, y Melaneo y Lacne, su cuerpo hirsuto, y Labro y Agriodonte, nacidos de padre cretense pero de madre laconia, e Hilactor, de aguda voz, y otros que sería largo recordar.

La primera herida se la hizo Melanquetes, luego Terodamante, y luego Orestíforo, que se aferró a su hombro: habían salido más tarde que los demás, pero habían atajado por el monte. Mientras estos retienen a su amo, el resto de la manada se le echa encima y le clava los dientes por todo el cuerpo. Ya ni siquiera queda sitio para más heridas. El gime, y su quejido, aunque no es el de un hombre, tampoco es el que podría emitir un ciervo; llena con sus tristes lamentos las conocidas cumbres, y postrado de rodillas, suplicante, dirige alrededor su muda mirada, como si implorara, como si pidiera ayuda con los brazos tendidos.»

Y dicen que la cólera de Ártemis, la diosa de la aljaba, no quedó satisfecha hasta que las numerosas heridas acabaron con su vida. Muerto Acteón, sus perros daban fuertes aullidos buscando a su amo y en su búsqueda arribaron a la cueva de Quirón, quien fabricó una figura de Acteón que logró apaciguar su dolor.

Los comentarios son discordes: algunos piensan que la diosa fue más cruel de lo necesario, mientras que otros la elogian y consideran que actuó de acuerdo con su estricta castidad; unos y  otros aducen sus razones. La esposa de Zeus es la única que no se pronuncia ni para condenar ni para aprobar el castigo. Sencillamente, se complace de la desgracia que ha caído sobre la casa de Agénor, y hace recaer el odio que siente hacia su rival de Tiro. Sobre todos los de su estirpe. Y he aquí que al primer motivo se le añade otro: ahora se duele de que Sémele este embarazada de las semilla del poderoso Zeus.

La ausencia de amor se hace patente en estos relatos de la vida de Ártemis, sin embargo, la muerte parece su más asidua compañera.