Esta sección está dedicada a los poemas que escritoras del siglo XIX dedicaron a las flores y las plantas, poemas que podemos encontrar en distintas revistas y periódicos de la época, de difícil acceso y localización en la actualidad.
Muchas de ellas son totalmente desconocidas hoy día; su obra no ha conseguido superar esa invisibilidad a que la mujer ha estado y a la que aún está sometida, hoy día en menor medida.
Por otra parte la poesía es el género literario al que le cuesta más trascender; sus lectores, comparados con los de la novela, somos minoritarios pero no por eso hay que dejar de perseverar en su difusión y alentar su consumo.
Este poema fue publicado por la revista El Correo de la Moda, apareció en el número 8 de la 2ª época el 28 de febrero de 1853, tiene por tanto más de siglo y medio de vida pero, hoy día, son pocos los que han disfrutado de su lectura; aparece datado en el Real Sitio de San Ildefonso el 22 de septiembre de 1852.
Su autora es una escritora prácticamente desconocida, Natalia Boris, se conocen muy pocos datos sobre ella y, además, presentan diferencias. María del Carmen Simón Palmer la incluye en su Diccionario bio-bibliográfico de escritoras españolas del XIX, (Simón,1991:127) aunque en la reseña aparece como Natalia Boris de Oliveres, sin embargo, el poema que insertamos a continuación está firmado por Natalia Boris de Ferrant; es posible que la escritora quedara viuda y contrajera nuevo matrimonio entre 1853, fecha publicación de este poema y 1865 fecha la publicación de su segunda obra conocida; sabemos que se trata de la misma persona al indicarse que colaboró en El Correo de la Moda en 1853. Tras esto se citan otras dos de sus obras, un poema en Corona literaria impresa con motivo de la inauguración de la estatua de Colón que debía citarse en la misma revista en 1860 y un artículo titulado La humildad, publicado por La Violeta en abril de 1865; artículo que aparece dedicado a su amiga Doña Carmen Alarcón de Castelao y firmado en Segovia en 1865.
La corona poética realizada para conmemorar la inauguración de esta estatua de Colón tuvo cierta repercusión en el mundo cultural de la época y los poemas de los participantes fueron leídos en el madrileño Teatro de los Sres. de Piquer; la Sra. Boris de Ferrant hizo su lectura el 12 de diciembre de 1860, según informa el periódico La Época del día siguiente. Puede comprobarse que todavía en este año sigue apareciendo como Sra. de Ferrant. La estatua de Colón a la que se hace referencia es la realizada por el escultor José Piquer con destino a la ciudad cubana de Cárdenas, erigida en la plaza de Isabel II; al parecer, la primera del Almirante expuesta públicamente en el continente americano.
Juan P. Criado Domínguez no la cita en su obra Literatas Españolas del siglo XIX (Criado,1889)
Las hojas secas. Por Natalia Boris de Ferrant.
¿Veis de ese árbol que altanero mece,
Las hojas que otro dia acariciaba?
Asi del hombre la inconstancia crece,
y hoy ya desprecia cuanto ayer amaba.
Ayer su verde le ostentaban bellas,
Esas hojas que están hoy vacilantes
Y mañana tal vez, ni de sus huellas,
Un recuerdo busquemos anhelantes.
Su sombra nos prestaron cariñosas
En los primeros dias de la vida,
Cuando alegres corríamos gozosas
Para alcanzar una ilusión florida.
Este espacio feliz que entre las flores
Gozosa el alma respiraba un dia,
sin sentir ¡ay de mi! tristes dolores
Que mitigar pudieran su alegria;
Era el sueño feliz de la esperanza
Que respirar hacia el pecho mio;
Era un delirio que mi voz no alcanza
A cantar; mas senti su poderio.
La fresca brisa, imágen de dulzura
Llenaba nuestra mente de ilusiones,
Y el alma rebosando de ternura
Una á una conto sus sensaciones.
Del sol, ráfaga pura, peregrina
alegre jugueteaba en mi cabeza,
como el sueño de amor nos ilumina
Cuando tenemos de su bien certeza.
Puro ambiente, feliz, de aroma y flores
Sencilla imágen de divina luz;
Con que brinda el eterno sus favores
Al que implora sumiso ante su cruz.
La historia de esa hoja tan marchita
Que ayer miraba con delirio tanto,
Al corazon oprime, que medita
Que un solo dia terminó su encanto.
Las hojas del amor, de la esperanza,
El árbol del destino audaz las mece,
Y en un instante desdeñosa lanza
La que en sueños de amor altiva crece.
Y hoy al mirar rodando por el suelo
La que ayer contemplábamos hermosa,
El corazon con triste desconsuelo
Comprende que en la nada todo posa.
Las santas ilusiones de la vida
Día tras día se las lleva el viento,
Cual la hoja que miro desprendida
De la rama que fuera su ornamento.
Solo el aura feliz de la inocencia
Alienta nuestro pecho y nos da vida,
Ella es del corazón toda la ciencia,
Con ella está la eternidad unida.
Ella sonrie nuestra edad primera,
Orgullosa se mece en nuestra cuna
Y si la muerte se aparece fiera,
En nuestro pecho un consuelo aduna.
Este ambiente feliz de aroma y flores
Es la sencilla imagen de la luz,
Con que brinda el eterno sus favores
al que implora sumiso ante su cruz.
Me gusta el simbolismo del poema. Otra escritora que no conozco. Encantada de seguir descubriéndolas.
Me gustaría que supieras que estoy copiando fragmentos de algunas poesías de tu blog en fotografías que me resultan inspiradoras y a su vez, las incorporo a mi blog. Me interesan especialmente ya que sus autoras son mujeres. Saludos y de antemano, muchas gracias.
Hola, no me importa que copies algunas poesías de mi blog, es una manera de que salgan de su invisibilidad y se las conozca, aunque sería conveniente mencionar la fuente de la que te nutres
Me parece buena idea editaré la entrada y añadiré la dirección de tu blog en las entradas en las que use tus textos. Muchas gracias. Me encanta que recopiles textos de mujeres.
Muchas gracias, Carmen