Historia de las mujeres célebres del Medievo III

El artículo que a continuación insertamos, a cargo del historiador y periodista Antonio Pirala, vio la luz en el número 289 de la Revista madrileña, destinada al público femenino, <El Correo de la Moda>, publicada el 8 de enero de 1859, dedicado a la historia de la mujer y encuadrado dentro de la sección Instrucción. Respetamos la ortografía original como es habitual y lo ilustramos con imágenes relativas al tema.

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Historia de la Mujer – Mujeres célebres del Medievo II

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       En esta ocasión el historiador y periodista Antonio Pirala comienza un repaso por las reinas de España del medievo español, la biografía de Dª Berenguela de Castilla es la primera de estas semblanzas que publica en la revista madrileña destinada al público femenino: <El Correo de la Moda>, aparece en el número 57 de su segunda Época, que vio la luz el 8 de marzo de 1854. Respetamos la ortografía original.

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Historia de la Mujer – Mujeres célebres de la Antigüedad IX

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      El historiador y periodista Antonio Pirala termina su serie sobre Mujeres de la Antigüedad con la conclusión de la historia de la china Pan-Hoei-Pan, publicada en la revista madrileña, destinada al público femenino, <El Correo de la Moda>, en el número 37 de su segunda época de 8 de octubre de 1853. Respetamos la ortografía original.

     The historian and journalist Antonio Pirala finishes his series it has more than enough Women of the Antiquity with the conclusion of the history of the Chinese Pan-Hoei-Pan, published in the magazine from Madrid, dedicated to the feminine public, < The Mail of the Fashion >, in the number 37 of his second time of October 8 1853. We respect the original spelling.

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Historia de la Mujer – Mujeres célebres de la Antigüedad VIII

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         El historiador Antonio Pirala para finalizar su serie sobre las Mujeres Célebres de la Antigüedad escribe en esta ocasión sobre una mujer china, Pan-Hoei-Pan, el artículo se publica en  el número 36 de la revista habitual <El Correo de la Moda> que vio la luz el 30 de septiembre de 1853.

          The historian Antonio Pirala to conclude its series on the Celebrated Women of the Antiquity writes in this occasion on a Chinese woman, Pan-Hoei-Pan, the article is published in the number 36 of the habitual magazine < The Mail of the Fashion > that the light September 30 1853.

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Historia de la Mujer – DIDO, LA REINA DE CARTAGO

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      El historiador Antonio Pirala escribió este artículo para la revista <El Correo de la Moda> y fue publicado, dentro de la sección Instruccion. Historia de la mujer, en el numero 24 de fecha 30 de junio de 1853. Respetamos la ortografía original. 

DIDO

Al ocuparnos de la célebre fundadora de la célebre Cartago, no vamos á reproducir la fábula mitológica, que tan bien conocerán nuestras lectoras; vamos á reseñar sus altos hechos, fundados en testimonios respetables.

La historia de esta ilustre y virtuosa princesa, lo mismo que la de todos los personajes que figuraron en la infancia de los pueblos, es, sin embargo, oscura, y apenas puede darse un paso en su investigacion sin tropezar con las ficciones de los poetas de la antigüedad, apoderados de aquellos para dar grandeza á sus poemas. Procurarémos, no obstante, que este artículo se limite á sucesos, de cuya autenticidad no respondemos, pero que hallamos admitidos por acreditados escritores.

Fué Dido biznieta de Itobal, padre de Jezabel, é hija de Belo Matgen, rey de Tiro, que murió 874 años antes de Jesucristo, dejándola, y a su hermano Pigmalion, heredera del trono, á pesar de la corta edad de ambos príncipes. Llamábase Elisa, y era peregrina su hermosura. A poco tiempo, el pueblo dió el mando esclusivo a Pigmalion, y casó a Elisa con Síqueo, su tio, gran sacerdote de Hércules, y de dignidad inmediata á la del rey. Estimado por sus virtudes, y respetado por su parentesco con el soberano, y por su alto ministerio, poseia inmensas riquezas, circunstancia que fué para él una verdadera desgracia, porque sus tesoros tentaron la sórdida codicia de Pigmalion, que le hizo asesinar traidoramente. No por esto logró el perverso monarca sus deseos, porque su tio, que conocia perfectamente la ruin pasion que dominaba á su sobrino, tenia ocultos sus tesoros. Las buenas prendas de Síqueo habian hecho que, á pesar de la diferencia de edad, le amase su esposa. No se ocultó á esta ni el autor del crimen ni su intencion, y dando tregua á su dolor, comprendió que su vida corria igual peligro por la ambicion de su hermano. Para evitarle, pidió á Pigmalion licencia de vivir en su compañía, pretestando que la aflijia la soledad en que se veia. Faltó tiempo al codicioso monarca para consentir en ello, creyéndose ya dueño de unas riquezas que tanto ansiaba, y puso a disposición de su hermana algunos bajeles. Elisa, comenzando por ganar a sus capitanes y tripulacion, cargo en ellos cuanto poseia, y acompañada de gran numero de tirios, que la eran adictos, emprendió la fuga con tanto sigilo y presteza, que cuando llego á oídos de su hermano, ya no pudo evitarla. Fondeó aquella flotilla en la costa del África Zeugitana[1], poblada entonces por los fenicios. Bien recibida Elisa, estableciose en el pais, fundando á Cartago. A dar crédito á la fábula, diriamos que obtuvo Elisa la concesion del terreno que pudiese abarcar con la piel de un buey, que la hizo tiras muy delgadas, y uniéndolas, y fijando en tierra una de las extremidades, describió con la otra un círculo extensísimo, consiguiendo con este rasgo de ingenio un sitio considerable. Pero sea de esto lo que quiera, Elisa levantó la ciudad, rival tanto tiempo de la otra ciudad, señora del mundo, titulándola Cartada (Ciudad nueva), cuyo nombre se corrompió mas adelante en Cartago.

Reina de su colonia, Elisa, convertida por sus suyos en Dido, que significaba varonil, se hizo célebre por su virtud y sabiduría, por su honestidad y prudencia. Jarbas, rey de Getulia, solicitó su mano, pero la reina tenia jurada fidelidad eterna á la memoria de su esposo. Desairado el pretendiente, hizo entender á los súbditos de Dido, que si no la reducian á casarse con él, invadiria sus tierras y les exterminaría. Supo Dido esta amenaza, y concibió, en bien de sus súbditos, una resolucion sublime, que tuvo el valor de ejecutar. Aparentando ceder a tan imperiosa exigencia, la aplazó á la conclusion de la ciudad, en cuyo tiempo dispondría lo necesario para que se celebrase la boda con la ostentación correspondiente. Terminada su obra, hizo levantar en el sitio principal una gran pira, y reunir á todos los ciudadanos. Dióla fuego, y después de algunos sacrificios y buenos consejos, evocando los manes de Síqueo, se atravesó de improviso el pecho con un puñal y se arrojó a la hoguera, sin que pudieran impedirlo sus súbditos.

Virgilio, en su Eneida, atribuyó el sacrificio de Dido, hijo del amor a su marido y á su pueblo, al amor y fuga de Eneas, saltando por encima de tres siglos, pues que Cartago fué edificada trescientos años después de la destrucción de Troya. Pero cumplia aprovechar tan bello episodio, halagando el orgullo romano, y no tuvo reparo el poeta Mantuano en inventar esa ficcion a costa de las virtudes de Dido, sostenidas por San Gerónimo, y San Agustín, Tertuliano y el Tetrarca, en su Triunfo de la Castidad. Perpetuado por las artes un hecho tan grande, tan generosa abnegación, ¡qué mucho que el sexo, que apellidamos débil, se crea capaz de todo al contemplar glorias tan puras como la de Dido!

Causa inocente de la destrucción de una ciudad la hermosa Elena, otra hermosa es destinada por la providencia á erigir otra ciudad, mas importante todavía, y á dar al mundo una prueba de amor, que admirará eternamente.

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[1] La actual Regencia de Tunez

Historia de la Mujer – Argivas y Focenses

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       Un nuevo articulo del historiador Antonio Pirala en el que nos presenta a mujeres de la Antigüedad griega, fue publicado en el número 20 de la revista <El Correo de la Moda> correspondiente al 31 de mayo de 1853, en la Sección Instrucción. Historia de la Mujer. Respetamos la ortografía original. 
Las Argivas – Las Focenses

Si vimos en Artemisa el heroísmo de una reina, en las Argivas vemos el heroísmo de un pueblo de mujeres, de una multitud no guiada por un capitan, ni por una guerrera, sino por una poetisa por Tesálida, cuyo pecho se inflama con la llama del patriotismo.

Argos, esa antiquísima ciudad del Peloponeso, que tanto figura en la historia, en las tradiciones y en las leyendas, estaba en guerra con Lacedemonia, de no menos celebridad que aquella. Guiaba á los lacedemonios su rey Cleómenes, y la fortuna coronaba su frente con los laureles de la victoria.

Arrollándolo todo á su paso,  marcha á la capital; la sitia, destroza y mata á una gran parte de ciudadanos, y la ciudad se ve en inminente peligro de caer en manos del conquistador, que va llevando la desolación a su paso.

Pero si en otros sitios las mujeres han contribuido á la aflicción de los defensores, si sus lagrimas de temor han apagado su ardimiento, y sus ayes han amilanado su espíritu, allí, como si el valor del hombre se hubiera trasladado a la mujer, se la ve, impulsada por un entusiasta patriotismo, encargarse de la defensa de la ciudad. Lo piensa y lo ejecuta; y por cuantas mujeres tenian edad de soportar el peso de las armas las toman y corren inmediatamente a coronar los muros, causando su vista asombro y admiración al enemigo.

No temió por eso: creia débiles aquellas lineas que se oponian á los victoriosos lacedemonios, y sin cuidarse de la resistencia, avanza a arrollar á los nuevos oponentes, que le vieron huir avergonzado.

Desesperado Cleómenes al ver que los que vencieron á los hombres eran vencidos por mujeres, ordena un segundo asalto, estimulándoles á vengarse y a reparar en él su ignominia; pero nuevamente son rechazados por aquel muro de femeniles pechos, y el sitiador tiene que lamentar dolorosas perdidas, tantas, que hubo de levantar el sitio y retirarse humillado por el esfuerzo de aquellas heroinas, que se inmortalizaron con sus  hechos, transmitidos hasta nosotros después de tantos siglos, por Plutarco, por Sócrates, por Herodoto y otros celebres historiadores, para que no se tome por ficcion lo que fué realidad.

Sócrates, hablando de las mismas Argivas, dice que rechazaron y ahuyentaron á otro rey llamado Dancareto, sin embargo de que ya habia ocupado la parte de aquella ciudad que se llamaba Pamphilia.

Los hombres trataron de ocultar su vergüenza con el reconocimiento, y á cuantas murieron en la defensa determinaron enterrarlas en la via llamada Argia; á las que sobrevivieron, se les permitió erigiesen un simulacro á Marte para eterna memoria de sus hazañas.

En estas fiestas se celebraban solemnes sacrificios, y se presentaban las mujeres con las vestiduras de los hombres, y estos con túnica talares, y cubierta la cabeza con velos mujeriles.

Como fueron tantos los ciudadanos muertos, se casaron, para restaurar su pérdida, no con los esclavos, como dice Herodoto, y desmiente veraz Canseco, sino con habitantes de ciudades cercanas, que podian llamarse sus compatriotas, entre los cuales cada una eligió esposo a su voluntad.

Los focenses temian por sus mujeres, en caso de que entrara el enemigo; mas ellas, si no tenian valor para pelear, le tenian para morir, y ofrecieron todas con gusto perecer en las llamas cuando el enemigo estuviese próximo á entrar en la ciudad.

Esta decisión de las mujeres alentó mas á los hombres, que salen en busca del enemigo, le hallan en las inmediaciones de Celonas, ciudad de la Argolida, en el mismo sitio en que mató Hércules al leon de Nemea, y obtiene Daifanto una magnifica victoria.

Los focenses se salvaron; y en memoria del triunfo y del heroísmo de aquellas mujeres, se celebran en honor de Diana solemnes sacrificios, que enaltecian á ese sexo que tiene por atributo la debilidad.

 

Historia de la mujer. Artemisa de Caria

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        El historiador Antonio Pirala realiza, en esta ocasión, un artículo para la Sección Historia de la Mujer de la revista <El correo de la Moda>, que fue publicado el 24 de mayo de 1853. El tema es, nuevamente, una mujer destacada de la Antigüedad: Artimisa, tirana de la satrapía de Caria. Perteneciente a la dinastía Hecatómnida, que gobernó a principios del siglo IV a. C.; participó en la batalla de Salamina, al lado de los persas, liderando cinco naves ante el asombro de la armada griega. Contrajo matrimonio con su hermano Mausolo y, a la muerte de éste, construyó, para honrarle, el famoso Mausoleo de Halicarnaso.  Respetamos la ortografía original.
Artemisa de Caria

Mas de cuatrocientos ochenta años antes de la venida de Jesucristo reinaba en la Caria la famosa Artemisa, hija de Ligdamia.

Así como Safo se distinguió por la ternura, y brilló su génio mecido por las suaves y pacíficas auras de la poesía, Artemisa, sin ser menos tierna, fue de carácter mas fuerte, y su talento, ya que no fue inspirado por Apolo, fue guiado por Belona.

En la hija de Mitelene vemos retratada su época, la sociedad que la rodeaba; en la heroína de la Caria vemos personificadas las costumbres de su tiempo, y distinguiéndose ella en lo que mas se distinguía el hombre entonces, en la guerra.

Aliada Artemisa con los Persas, acompaño al famoso Jerjes, y ella misma guiaba el ejército auxiliar. Marchan á combatir á los griegos, y al prepararse la célebre batalla de Salamina, Jerjes reunió á los principales jefes de su ejército y armada para decidir si convenia batir al enemigo ó estar á la defensiva. Los reyes de Chipre, Tiro, Sidon y Cilicia opinaban por dar la batalla sin perder un momento; pero Artemisa se opuso cuerda á tal precipitación, y al llegarla el uso de la palabra en el Consejo, dirigiéndose á Jerjes, dijo: <La marina griega es muy superior á la nuestra; y una batalla desgraciada comprometeria el éxito de la guerra. Eres dueño de Atenas, y muy pronto lo serás de la Grecia entera, si sabes esperar, porque la armada enemiga no puede renovar sus víveres en Salamina. Mandemos algunos bajeles á las aguas del Peloponeso: cada uno de los jefes griegos temerá por la suerte de sus ciudades, y volverán bien pronto á ellas: desecha así la confederación, nada nos opondrá resistencia.>

La historia ha demostrado lo prudente del consejo de aquella mujer, mas previsora y mas política que todas aquellas varoniles celebridades guerreras y políticas, que se decidieron por la guerra, combatiendo esta opinión de Artemisa hasta el último momento; mas cuando ya no podia hacerlas que conformarse, se aprestó á cumplir como valiente colocándose animosa en su puesto.

Fuese por traicion, o por otra causa, las predicciones de Artemisa se realizaron; los persas perdieron la batalla.

Algunos de los que con mas ardor sostuvieron que se diera, fueron de los primeros á huir; y Artemisa que se opuso, continuó peleando con heroísmo, aun después que la victoria se declaró por los griegos.

Perseguida muy de cerca por varios bajeles atenienses, y próxima á caer en s poder, su feliz imaginación le sugirió un pensamiento salvador, una estratagema digna del mas grande capitan, una astucia propia de la pródiga invectiva de la mujer.

Cerca de su navío bogaba uno persa, que mandaba su enemigo Domasitino. Artemisa enarboló la bandera de Esparta, acometió al bajel persa, y lo echó á pique; los atenienses que presenciaron aquel choque, creyeron que era de su partido y cesaron de perseguirla. Así se salvó.

Jerjes, que contempló desde lo alto de una montaña la derrota de su armada, y los heróicos esfuerzos de Artemisa, esclamó lleno de amargura y de entusiasmo: ¡En la batalla los hombres se han portado como mujeres y las mujeres como hombres!

¡Magnífico elogio para el sexo! ¡Terrible sarcasmo para el hombre!

Y tanto irritó al ateniense verse postergado por una mujer, que se declaró su enemigo, y prometió una crecida suma de dinero á cualquiera que la entregase viva; pero no era la reina Artemisa mujer que se dejára vencer tan fácilmente, y á quien faltára la suficiente habilidad para burlar tales persecuciones, que despreció dignamente.

Y no solo despreció, sino que poco después se apoderó por sorpresa de la ciudad de Latmo, penetrando en ella bajo el pretexto de adorar á la madre de los dioses.

Pero aquella mujer, fuerte en los combates, valiente con los enemigos, heróica en la desgracia, é invencible donde pudiera luchar, no supo, ó no pudo vencer una pasion que concibió frenética por el jóven Dárdano.

Sin nada que justificára en ella aquella pasion repentina, pues solo se dejó llevar de la efímera hermosura del jóven de Abydos, halló en ella el castigo de su culpa, como le suelen hallar esas pasiones imprudentes, esos amores basados en una apariencia loca; fuegos del corazon que apagan la llama de la inteligencia.

El jóven la desdeñó; é irritada de aquel ultraje hecho á su amor y á su orgullo, llegó á sacar los ojos a Dárdano, y á precipitarse ella al mar desde la roca de Leucades, siguiendo a Safo, como la seguian todos los amantes desgraciados.

Aquella vida de heroísmo, de gloria, fue empañada en un momento por un estravío de los sentidos: tambien una vida de virtud y de honor muere en un instante por una pasion imprudente, por un amor á una figura hermosa, que carece por lo general de una inteligencia elevada, de un corazon ardiente, y de un alma apasionada. Bellas estatuas para ser contempladas.

Otra Artemisa, la reina de Halicarnaso, brilla en la historia; pero pertenece á otra época, y ya nos ocuparemos de ella, porque fue el modelo del amor conyugal: bien es verdad, que no hay virtudes de las que no se pueda presentar á una mujer como modelo.

 

Historia de la Mujer – SEMÍRAMIS

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      Insertamos en esta sección un nuevo artículo del historiador Antonio Pirala, dedicado a Semíramis, respetamos su ortografía original. Fue publicado en el número 22 fechado el 16 de junio de 1853 de la revista <El Correo de la Moda>, dentro del apartado Instrucción. Historia de la mujer.  
SEMIRAMIS

Dice una escritora, que ha sido exacta y elegante narradora de las mujeres mas célebres del mundo: para observar á la mujer en sus diferentes condiciones, recorramos el Asia; y para verla desde luego en toda su gloria, remontémonos á los tiempos maravillosos, porque están muy lejos de nosotros; detengámonos sobre las ruinas de la soberbia Babilonia. Algunas piedras dicen apenas donde estuvieron sus murallas, mas la imaginación las eleva en nuestro rededor: se vé la Torre, el Templo, los Jardines suspendidos, y en semejante ilusión de recuerdos, si una paloma viene á arrullar en estos sitios, ó la voz de una mujer a aumentar tantas maravillas, se cree hallar de nuevo aquella mujer bajo la graciosa forma en que los asirios la adoraban, ó mas bien se finje uno á la misma Semíramis, hermosa como el dia en que se presentó á su pueblo amotinado, sin diadema, sin velo, sin adornos, con los cabellos sueltos, y estendido su brazo con majestad hacia los sediciosos; se cree verla, y no causa sorpresa que renaciese la calma con su presencia. La belleza, el génio, el valor debian dar necesariamente á Semíramis un gran ascendiente sobre sus súbditos. Se sirvió de él para conducirlos á la victoria, para inspirarles afición á las ciencias, á las artes, á la filosofía; y al hacer construir aquella torre, que tanto se elevaba hacia los astros, les facilitó el estudio de la astronomía, ciencia en la que se distinguieron muy particularmente.

Pero veamos quien fué esta heroína, esta célebre reina de Asiria, contemporánea del patriarca Abraham.

Su nombre significa paloma, bajo cuya forma la adoraron como diosa los asirios y babilonios. Hija de la desgracia y del abandono, pues su madre Atara la dejó á las inmediaciones de un lago donde se guarnecian las palomas, á si misma debió su gloria.

Encontróla un pastor de ganados y la llevó á la esposa de su capataz, llamada Simia, la hizo criar; y por relacion con el sitio donde fué hallada, la nombró Semíramis.

Ya joven, era admirable por su hermosura; y al verla Memnon, gobernador de la Siria, se enamoró de ella y la hizo su esposa, amándola tanto, que al tener que ir á la guerra, y no pudiendo vivir sin Semíramis, se la llevó consigo.

Pero aquella mujer no se distinguia solo por su belleza tenía génio; y al seguir a su esposo, se acomodó un traje guerrero de su invención, que aumentaba sus atractivos; y al presentarse de tal modo ataviada en el campamento, todos la saludaron con admiración y aplauso.

Satisfecha en este punto su vanidad, queria lo estuviese tambien en alardes de valor; y en el sitio de Bactra, púsose al frente de un cuerpo de valientes asirios, y mientras los bactrianos defendían la ciudad por el sitio mas débil que era el atacado, Semíramis se dirije al lado mas difícil, escala la muralla, y lleva en pos de sí el terror y la confusión á los sitiados, que se rinden.

El nombre de Semíramis es llevado en alas de la fama: el rey Nino quiere conocer aquel prodigio de valor y de belleza, y se apasiona de ella de tal modo, que propuso á Memnon darle por esposa á su hija, la princesa Shosana, si le cedia a Semíramis. Memnon, que tambien la amaba, rehusó, pero ofende su orgullo de monarca en el desaire de su capricho; se irritó, y le hizo tales amenazas, que Memnon se suicidó. Nino se casó entonces con Semíramis, y á la muerte de aquel rey, quedó ella con el gobierno de sus Estados.

Su reinado comienza 1994 años antes de Jesucristo; y por su grandeza, por su magnificencia, por su gloria, eclipsó á los reyes sus antecesores, y la igualaron pocos en victoria, en riquezas y en poderio.

Recorrió su imperio, embelleció ciudades, construyó acueductos, abrió caminos barrenando montañas y terraplenando valles, dilató los límites de la Siria, conquistando la Arabia, el Egipto, una parte de la Etiopía y de la Libia, y toda el Asia, hasta el Indo.

A ella se debió la reedificacionn de Babilona, el ensanche de su recinto, la construcción de sus célebres jardines suspendidos, el renombrado templo de Belo, y las murallas, una de la siete maravilla del mundo.

Por ella fue Babilonia la mayor ciudad que alumbró el sol y la primera de las ciudades del mundo. ¡Y todo se debió á la mujer abandonada en su cuna, y sin otra guía que su génio!

Todo es grande en Semíramis. Belona en la guerra, Minerva en la paz, nada tiene de estraño que se la divinizára á su muerte, que se la acatára como á diosa, y se la dispensára el apoteosis divino, que si bien aumentaba su culto, no acrecia por esto su fama, ya imperecedera.

Cuéntase entre sus hechos notables, que hallándose un dia en su palacio peinándose, la avisaron que el pueblo se habia sublevado: sin acabar de peinarse, sale á la plaza, penetra por entre la muchedumbre amotinada, y su sola presencia sosiega los ánimos y calma el tumulto. Concluido todo, se volvió tranquila á concluir su adorno. En su honor, y para recuerdo de este hecho, se erigió una estatua que la representa, con la mitad del cabello trenzado y la mitad suelto.

Como lo anunció el oráculo, conspiró contra ella su hijo Ninias, y en vez de castigar a los culpables abdicó el poder, y se ocultó á la vista de los hombres.

Entonces se la erigieron templos, se la levantaron altares, y la cantaron los poetas: la escultura, el pincel, la música, la poesía, todo contribuyó entonces y contribuye aun á perpetuar la memoria de tan celebre mujer, cuyo nombre vivirá lo que el mundo.

Historia de la Mujer – LAS CELTAS Y LAS ELEAS

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      En esta sección nuevamente un artículo del historiador Antonio Pirala publicado en el número 21 de fecha 8 de junio de 1853 de la revista El Correo de la Moda, como continuación de sus textos destinados a la educación de la mujer.
LAS CELTAS – LAS ELEAS

Continuando la historia de la Mujer, esa magnífica epopeya de la humanidad, hojeando las antiguas crónicas, los libros de los más célebres escritores, hallamos en Plutarco, ese sublime historiador del hombre, que tan bien ha sabido pintarnos hasta los sentimientos más recónditos del corazon, escelentes paginas consagradas á las Celtas, heroinas de la paz, como las Argivas lo fueron de la guerra.

El nombre de Celtas era una denominación tan general, que casi comprendia á los habitantes de todo el continente europeo, y con el cual el griego Eforo, que fué el inventor, ni tuvo ni pudo tener alguna consideración al origen y las lenguas de los pueblos, cuya existencia le era desconocida. Esta denominación, llegó á ser con el tiempo un hombre genérico, bajo el cual se comprendian los otros pueblos del mismo continente á mediada que se les conocia.

Los hombres de una región céltica, cuando mas necesitaban armonizar entre si, porque se aprestaban á pasar los nevados Alpes para internarse en Italia, se destrozaban crudamente por asuntos domésticos, estando tan escitadas sus pasiones, que les dividieron en partidos. Aumentando su furor, se hacia inminente la guerra civil, esa calamidad de los pueblos, infortunio de la humanidad.

Armáronse los vecinos, los amigos, los parientes, los hermanos, los padres, los hijos, unos contra otros, mirándose todos como encarnizados enemigos. Prontos estaban para la pelea: solo se aguardaba la señal para blandir el arma homicida y derramar con ella la sangre de un objeto querido, quizá la del mismo autor de la vida del asesino, que así olvidaba sus deberes por atender á sus pasiones bárbaras, inhumanas, á esos impulsos del orgullo y de la vanidad que ciegan al hombre, que le hacen renegar de su especie, y adulterar la bondadosa magnificencia de su ser.

Cuando tal era el estado de aquellos hombres, comprende la mujer su mision. Sin tener la debilidad de participar de las pasiones de aquellos á quienes estaban sometidas, sienten en su mente una inspiración sublime, en su alma la resolución de un hecho grande, en su corazon el heroísmo del sacrificio, al que se prestan si los hombres desoian sus ruegos  les ofendia su mediación; y en el momento en que uno y otro bando iban á chocarse, y se iban á abrir alli millares de sepulturas, conquistando el vencedor una corona sangrienta, cuyas manchas rojas nunca se limpian, y un duelo eterno, se presentaban en el campo sus mujeres, y á fuerza de súplicas, lágrimas y caricias aplacan el furor de los guerreros, les hacen deponer las armas y reconciliarse.

¡Magnífico cuadro, que quisieramos ver colocado en el sitio más público de cada pueblo!

Hé aquí a la mujer ejerciendo su verdadera misión; hé aquí á unas mujeres que se presentan en medio de un campo de guerreros enemigos en el momento de ir á destrozarse; y sin llevar otras armas que las invencibles que la naturaleza ha dado á la mujer, sin emplear mas que súplicas elocuentes, lágrimas sinceras y caricias bondadosas, atraen al corazon de aquellos ásperos guerreros los nobles sentimiento de la generosidad, de la amistad; y los que iban á matarse, se abrazan.

¡Lástima que la historia no nos trasmitiese las palabras de aquellas Celtas, aquellos ruegos elocuentes, porque nacian del íntimo sentimiento que abrigaba un corazon; porque cuando el corazon siente, sabe la boca espresarse!

Súplicas, lágrimas y caricias: hé aquí un magnífico discurso, en el que se encierran todas las reglas oratorias. Las súplicas son el magnífico exordio que prepara el ánimo; las lágrimas, la proposicion que conmueve, y las caricias, el epílogo que decide, que consigue la mocion de afectos.

Los Celtas conocieron la trascendencia que tendría su encono, y reanudaron sus amistades; no olvidando en medio de su gozo á quienes debian tanto bien. Al restituirse al seno de sus familias, llevan á las mujeres en triunfo.

Desde entonces fue costumbre entre los Celtas, que siempre que deliberaban sobre algun importante asunto referente á la paz ó á la guerra, asistian sus mujeres al concurso, y cuando se suscitaba entre vecinos diferencia, se dirimia también según el parecer de las suyas.

No podia reconocerse mejor su prudencia, su juicio, su discreción. Pero aun fueron mas allá: en un pacto que los Celtas hicieron con Anibal, se lee este artículo famoso:

«Si algun Celta se quejase de haber recibido injuria de algun cartagineses, sean jueces los magistrados de Cartago, ó los generales que estuvieren en España; pero si algun cartagines recibiese de los Celtas alguna manera de daño, JUZGUÉNSELO LAS MUJERES DE LOS CELTAS»

Este articulo nos presenta un rayo de luz para descubrir que el heroísmo de los Celtas tuvo lugar en España, en la antigua Celtiberia.

Y no era solo en este punto donde la mujer era tan dignamente considerada. Los cartagineses y los galos hicieron un tratado, por el cual sometian sus diferencias á la decisión de las mujeres.

Los Eleos, creyéndose ultrajador por los Pisanos, y habiendo pedido en vano satisfacción al tirano de Pisa, convinieron con los habitantes de esta ciudad en dejar la decisión á diez y seis mujeres nombradas por cada una de las diez y seis ciudades.

El éxito no pudo ser mas plausible: de sus resultas se establecieron un colegio especial de mujeres para presidir los Juegos Eleos y adjudicar el premio al mas digno.

Historia de la Mujer – CORINA

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Nuevamente un artículo del historiador Antonio Pirala Criado, insertado en la sección: <Instrucción. Historia de la Mujer>, en la revista «El Correo de la Moda» publicada el 24 de julio de 1853. El personaje femenino que nos describe, en esta ocasión, es otra poetisa griega que aunque no tan famosa como Safo es también conodida por su gran calidad literaria.

Corina

Los personajes célebres tienen todo el mundo por patria: todo el mundo les nombra, les admira, les aplaude.

Corina pertenece sin disputa á esas celebridades universales; y su fama ha llegado hasta nuestros dias rodeada de una aureola de gloria que la enaltece, de una especie de romanticismo que formo una escuela literaria.

Corina, tan notable por su hermosura como por su talento poético, nació en Tanagro, cerca de Tebas, en la Beocia, cinco siglos antes de la venida del cristianismo. Tan remota antigüedad no ha bastado á sumir en el olvido á esa mujer: el génio nunca perece.

Dicen algunos biógrafos de Corina que la famosa poetisa Myrtis la enseñó el arte de la versificación; ¡cómo si la poesía se enseñara, cómo si la imaginación se prestase!… Preguntad á todos los poetas cómo han compuesto versos, si les hubiera sido imposible formarlos sin aprender las reglas del arte.

Niña era Corina, y ya bullia en su mente el númen de la inspiración; ya eran magníficos y originales sus pensamientos poéticos. Pudo Myrtis haberla enseñado á perfeccionar sus composiciones, ordenando bien sus ideas y puliendo su lenguaje; pero el que presenta el diamante limpio y perfecto no es el autor de la piedra. Es antiguo el axioma, que el poeta nace y el orador se hace.

Las lecciones que se daban a Corina eran semillas arrojadas en buen campo, y su froto excedió á las esperanzas que hizo concebir su extraordinaria disposición.

Corina llegó á versificar de una manera asombrosa, y fueron tan rápidos  y maravillosos sus progresos, que fue rival de Píndado, discípulo tambien de Myrtis, cuyos sabios consejos no pudieron corregir la malhadada aficion de este poeta á recargar sus composiciones con tal lujo de fábulas, que fatigaban á los mismos griegos, no obstante su apasionado amor a las ficciones.

Píndaro, el tierno y célebre poeta, fue cinco veces vencido por Corina en los certámenes públicos; y aunque algunos escritores de la antigüedad, rivales ó detractores de esta mujer, dicen que contribuyó al triunfo, tanto su hermosura como su talento, no creemos que á pesar del culto que los griegos rendian á la belleza, les alucinase hasta el punto de prescindir de otra belleza de la que eran tan amantes, de la belleza de la poesia.

Serenade_De_Chirico

Serenade. 1910. Giorgio de Chirico

Es verdad que los griegos consagraban himnos á la belleza lo mismo que á los dioses, y casi la confundian con la virtud, de la cual era á sus ojos la mas encantadora imagen; pero tambien daban coronas al talento, tambien le erijian altares, le dispensaban su culto idólatra, y le divinizaban.

Todos convienen, sin embargo, en que cualquiera que sea la causa de los triunfos de Corina sobre su rival, unia á las mas felices inspiraciones su juicio sólido, y profundos conocimientos en el arte.

Un hecho cuenta la historia que ensalza á Corina, y no favorece mucho á nuestro sexo, porque revela una envidia torpe, un orgullo inconveniente, y una provocación indigna.

La tradición, escribe un entendido biógrafo á quien hemos citado varias veces, dice que el lírico tebano no soportó resignadamente la humillación de su derrota por una mujer, y que, provocándola á un nuevo combate, la prodigo mil injurias, imitando al poeta de Paros, Archiloco, sin guardar tampoco la menor consideración con los jueces del Concurso, á quienes tachó de inepcia; pero no hay noticia alguna de que Corina olvidase la reserva de su sexo, ni menos que profanase su talento usando de represalias ofensivas. ¡Sublime proceder que demuestra la elevación de su alma!

Hechos tales, su conducta, su talento, hacian de Corina una de las criaturas mas amadas y consideradas de su patria, cuyo amor en vida trocase en veneracion á su muerte. ¡Poder del génio, que encierra en su tumba las pasiones de sus enemigos, á quienes hace derramar lágrimas su muerte, y arrancar elogios su sepulcro!

Corina, conocida por la MUSA LÍRICA, compuso cinto libros de poesías épicas, varios cánticos, bastantes epigramas, y muchos libros de metamórfosis; de cuyas obras solo se conocen un corto número de fragmentos, publicados en Hamburgo en 1734.

Al morir Corina, colocaron sus compatriotas su sepulcro en el sitio más público de la ciudad de Tanagro, donde todavía existia, asi como su retrato, en tiempo de Pausanias, escritor antiguo.

Corina, lo mismo que Safo, es la personificación de su tiempo, es la historia de su pueblo, de su patria, ocupada entonces en el tranquilo culto que rendia á las artes, á las letras y al génio, creando como por encanto poetas que cantaban con el apasionado amor de Safo, con el sentimentalismo de Corina, con la dulzura de Píndaro.

  1. Pirala

Nota aclaratoria: Las imágenes que abren el artículo no corresponden a Corina, aunque son representaciones de mujeres de la cultura griega en la que se halla inmersa.