En este nuevo apartado voy a introducir artículos sobre mujeres escritos, durante el siglo XIX, y publicados en revistas destinadas a la instrucción de la mujer. Uno de las cuestiones claves del Siglo de las Luces fue el interés general por la educación de la mujer; escritores y editores invirtieron tiempo y dinero en tema; uno de los métodos empleados fue la creación de revistas específicas que fueron proliferando a lo largo del siglo; al mismo tiempo las mujeres salieron de su espacio privado o círculo familiar y se fueron incorporando al espacio publico con la realización de actividades profesionales, intelectuales, literarias y artísticas. Esa multitud de revistas, en un momento dado empezaron, también, a estar dirigidas por mujeres e incluyeron multitud de artículos sobre la historia de la mujer presentando una galería de personajes femeninos que a lo largo de los siglos habían ido destacando de una manera u otra; ese es el tipo de ensayos, que pueden estar firmados por plumas masculinas o femeninas, es el que voy a ir reseñando en esta sección; para ir viendo cómo nuestras antepasadas fueron conociéndose a si mismas y tomando conciencia de sus capacidades.
El que abre la sección fue publicado en una estas revistas dedicadas a la mujer que más tiempo se mantuvo activa y una de las más importantes: El Correo de la Moda, propiedad de D. José de la Peña y que bajo su dirección comenzó a publicarse en noviembre de 1851; a su muerte, en 1867, asumió la dirección su esposa la escritora Ángela Grassi quien se mantuvo al frente de ella hasta su muerte en 1883. Durante varios años la revista se abría con una sección denominada Instrucción y bajo este título se encuadrada una subsección titulada <Historia de la Mujer>; el número del 16 de mayo de 1877 contenía un ensayo escrito por el historiador Antonio Pirala Criado (1824-1903), firma habitual en este tipo de prensa, que dentro de esa galería de personajes femeninos presentaba a la primera mujer destacada en el mundo de la literatura, más específicamente en el de la poesía, la poetisa griega Safo. Ensayo que a continuación transcribimos
SAFO
Todos los escritores nos han presentado á la Grecia como la cuna de las artes, del saber, de la ilustración del mundo. Pues en este centro de civilización, sobresale también la mujer. En esta sociedad sábia, se vé enaltecido el sexo, y se le da participación en la gloria.
Tal es la que le rodea, que el nacimiento de una mujer, el de la célebre Safo, es bastante para da eterna fama á una desconocida ciudad, á Mitelene, asentada en la isla de Lesbos.
Allí nació Safo, cerca de seiscientos años antes de la venida de Jesucristo, y casada apenas salió de la infancia, quedó en breve viuda; y libre de las atenciones domésticas, pudo entonces dar rienda suelta á su génio, á su brillante imaginación, entusiasta por todo lo bello y sublime.
Sus versos y su ejemplo incitaron á las jóvenes de su sexo á disputar á los hombres la palma de su talento, y adquirió en breve tanta celebridad, que desarmó á sus rivales envidiosos. Así como acudian á oir los versos del inspirado Homero sus conciudadanos, así seguian á Safo las mujeres mas famosas de la Grecia para escuchar sus magníficos cantos.
Aquella sociedad de reinado gusto, aquel pueblo entusiasta por todo lo grande, rodeaba siempre á Safo, se enternacia con sus dulces odas, y sentia á la par que la poetisa lo intenso del dolor por una esperanza perdida, y la alegría del corazón por un amor correspondido.
 Busto compartido con el poeta griego Alkaios
Entre sus admiradores se encontraban los célebres poetas Archiolo, Archiloco, Hiponax y Alceo, quienes la amaban, gozando de este modo Safo de los mas bellos homenajes de los dos sexos, y del doble placer de reinar á un tiempo sobre ellos por el amor y la admiración.
Pero si pudo un tiempo dominar á sus rivales y mostrarse superior como su génio, tuvo al fin que sufrir la suerte designada á todas la celebridades del mundo, á todas las personas que por sus dotes descuellan sobre las demas. La desgracia que suele ser patrimonio del talento, alcanzó tambien á Safo, y vagó errante, cantó sentidos versos, y mojó las cuerdas de su lira con sus lágrimas. Y tanto fué su dolor que la vida le era insoporable, era un mal cuyo remedio buscó en el Salto de Leucades, medicina de los amantes, hallada en la eternidad. Personemos su estravio.
Su nombre embelleció su patria y su siglo, y puede presentarse á Safo como la personificación de aquella época de emociones tiernas, de dulce poesía.
Ella inventó el plectro, especie de pua para herir las cuerdas de la lira, ella inventó el verso que lleva su nombre, sáfico. Ella dio origen con sus versos á que se conociera en nuestras emociones la pasion exagerada del amor, y á la par que daba ideas á los médicos, presentaba modelos de buen gusto á los poetas. No en vano fué llamada la décima musa.
 Busto compartido con el poeta griego Alkaios
Lástima que no parezcan sino muy pocas de sus poesias; pero entre las que se conservan, puede comprenderse en valor de las perdidas.
La Historia ha presentado á Anacreon, á Alceo, etc., dando esplendor á Grecia, y en particular á Lesbos; y siendo contemporánea Safo, ¿ocupa inferior lugar que estos vates ilustres? ¿No puede envanecerse su sexo de que aquellos tiempos de magnifica poesia y de castos amores, pueden ser personificados también por una mujer que supo reunir el doble encanto del sexo y del saber? Si en unos pueblos se suscitan Amazonas que solo saben ser guerreras, en otros surgen poetisas como Sao, que enaltecen la ventura, la paz y el amor. Alli se debe á la mujer la destrucción, la desgracia; aquí es deudora de los adelantos, de la felicidad; y en una y otra parte, desmiente ese sexo la importancia á que se le ha querido relegar, la ignorancia en que se la ha querido sumir, la nulidad que se le ha atribuido.
A. Pirala
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