María Felicia García Briones. Madama Malibran


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Este artículo sobre La Malibran fue publicado en el Semanario Pintoresco Español el 23 de octubre de 1836, con motivo de su reciente fallecimiento en Manchester, es por tanto una necrológica en la que, como es habitual, su autor habla de ésta gran artista resaltando sus mejores cualidades, tanto en su faceta pública como privada. Se respeta la ortografía original.

(Virginia Seguí)

MADAMA MALIBRAN

La Malibran. Litografía

La Malibran. Litografía

Cuando hace pocos días (véase el núm. 23) consagramos en nuestro semanario un artículo necrológico á la memoria de nuestro compatricio el célebre compositor Gomis, lamentándonos al mismo tiempo de las importantes pérdidas sufridas recientemente por el arte filarmónico, estábamos muy lejos de sospechar que tan pronto habíamos de tener que tributar tan triste obsequio á otra notabilidad aun mas célebre, también de sangre española y cuyo admirable talento solo la España no ha tenido ocasion de admirar.

María Felicia Garcia, hija del célebre tenor español Manuel Garcia y de Joaquina Briones, nació en París en 1808. Su padre, compositor distinguido, grande autor, excelente cantor, y sobre todo sobresaliente maestro de canto, quiso educar por sí mismo á su hija en la parte musical. Semejante á Rossini á quien su padre hubo de poner en aprendizaje en casa de un herrero, para obligarle á preferir la música á cualquier otra ocupacion, la joven Mariquita no manifestaba ninguna disposicion para aquel arte, en que debía brillar con una reputacion sin igual. ¡Cosa estraña! La naturaleza no la había dotado muy largamente en esta parte. Verdad es que poseía sentido musical, ó lo que se llama un oído fino, imposible de adquirir con el trabajo, pero en cambio tenia un órgano muy defectuoso, una voz tosta, sorda y áspera.

Muchos padres, muchos maestros hubieran declarado que nunca llegaría á cantar medianamente. Garcia no desistió; pero la pobre niña pagaba bien caras las preciosas lecciones que recibía en la casa paterna. Sus primeros años de estudio los paso bien tristemente, y mas de una vez terminaba el llanto sus lecciones, porque mas de una vez recibía la aplicacion de aquel antiguo proverbio de nuestras escuelas: “La letra con sangre entra

Teatro de la Ópera de París

Teatro de la Ópera de París

Apenas salió de la infancia, la lanzó su padre en el teatro. Londres fue quien la vió por primera vez ejecutar papeles fáciles sin brillo y sin consecuencia, porque su talento acababa de nacer, y Londres que tan magníficamente recompensa las reputaciones formadas, no es el país en que el talento se adivina fácilmente. Poco después Maria siguió á sus padres á Nueva York, donde a la edad de 17 años, la obediencia la hizo desposarse con un comerciante de bastante edad, pero que pasaba por opulento, el que arrancándola de su familia, debía también sacarla del teatro. Dichosamente para las artes y aun para ella misma no sucedió asió. Varios reveses de fortuna hicieron que Mr. Malibran declarase á su esposa que su papel de gran Señora había concluido, y era preciso volver de nuevo al de artista. Entonces, bajo aquel nuevo apellido que tan célebre debía hacer, volvió á aparecer Maria Malibrán en la escena de Nueva York, al lado de su padre. Un trabajo continuado, el sentido de su fuerza y la necesidad de la gloria, aumentaban diariamente su talento. Conoció que podía brillar en mas vasto escenario ante un público mas amante de su arte, y se presentó en París.

LaMalibran_Otelo

La Malibran como Desdémona en la ópera Otelo

Rossini que en su infancia le había oído balbucear los primeros tonos en el piano de Garcia, reconoció desde luego el alcance de su talento, y la predijo el provenir que la esperaba. Despues de haberse ensayado ante un selecto auditorio, madama Malibran se presentó en el escenario de París, temido de los artistas mas consumados. Esto sucedia si no nos equibocamos en 1827; tenia á la sazon 19 años. Su primera salida la hizo en el gran salón de la ópera en ocasión que se presentaba La Semiramis á beneficio de Galli. Escusado nos parece recordar el efecto de esta salida. La joven cantatriz aplaudida con entusiasmo desde el momento en que con paso noble y gracioso atravesó el teatro, desde que hizo resonar su poderosa voz, se elevó á regiones desconocidas y unanimidad de los inteligentes, quedó colocada entre los talentos de primer orden. Inmediatamente fue contratada como prima donna en el teatro italiano. Desde entonces su vida artística no es sino una serie de triunfos no interrumpidos, de victorias que cada día iban en aumento. Sostenida y dirigida por los aplausos de un público ilustrado, apasionada por su arte tanto como por la gloria que adquiria, alcanzó á sus mas ilustres rivales, y hallando en su alma enérgica nuevos recursos y nuevos secretos, las adelantó, las derribó á todas dejándolas muy atrasadas, con admiracion de los inteligentes.

Madama Malibran es sin duda alguna la primera celebridad teatral que ha conocido el mundo. Recorriendo como en triunfo la Francia, la Italia, la Inglaterra, las Américas y parte de la Alemania, ha sido en todas partes obgeto de honores inauditos; tomos de folio pudieran llenarse de versos en su alabanza, un arenal de la America pudiera convertirse en florido verjel con las  coronas colocadas sobre su frente; pueblos entusiasmados han desuncido sus caballos y conducídola á brazo, ejércitos formados en batalla le han presentado las armas, y finalmente sobre el trono del arte ha recibido los honores reservados á la régia dignidad.

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La Malibran en el papel de Desdémona

En su carrera tan corta como brillante, no tuvo menos parte la adversidad que la gloria. Difícil es explicar lo que ha padecido en tantos viajes, tantos estudios, tantas representaciones. Se le ha visto en París desempeñar sucesivamente todo el repertorio del teatro italiano: se la ha visto tomar indistintamente el papel de Semiramis ó el de Arsaces; el de Zerlinda ó el de Anna; ser viva y traviesa en Rossina; inocente y sencilla en la Certerentola; noble y orgullosa en Trancredi, patética en la Gazza ladra, sublime en Desdemona, tan trágica como Talma, tan buena como Labalche.

Habiendo hecho disolver hace ocho meses su primer matrimonio contraído con graves nulidades, fue á París á enlazarse en presencia de sus amigos, y de su familia, con el hombre de su elección, (Mr. Beriot, célebre violinista) el hombre digno de ella, y el único también de entre sus adoradores que podía envanecerse de un amor correspondido. La noche en que se celebró la ceremonia, cuando ella se consideraba feliz en llevar un nuevo nombre, se reunieron en su casa las mas altas reputaciones musicales y políticas: Rossini, Meyerbeer, Auber, Mercadaute, Halevy, Nourrit, etc., solo faltaba entre los unos aquel joven Bellini, arrebatado, como ella acaba de serlo en la flor de la edad;  y entre los otros Lafayette que la había amado como padre, y que con una gracia inexplicable la decía: “Maria, vos sereis sin duda mi última pasión.” La tertulia se convirtió en un pequeño concierto que empezó como por casualidad, y concluyó á las dos de la mañana. Solo había tres ejecutantes; pero ¿pudieran hallarse otros iguales? Eran, pues, ella, Beriot y Thalberg.

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El músico Charles Beriot segundo marido de La Malibran

Madama Malibran como todas las celebridades, como todas las personas sobre quienes se fija la pública curiosidad, fue el blanco de la ociosidad y de la maledicencia. Sobre su personal, sus costumbres, su carácter, se han inventado mil fábulas ridículas, aunque desmentidas, y de las que los mismos que las esparcieron su hubiesen avergonzado, si hubieran tenido la fortuna de tratarla de cerca y de conocerla. La vida de una mujer como Madama Malibran estaba muy espuesta a todas las miradas para ocultar la mas mínima falta, el mas pequeño descuido ó ligereza. Pero si fuese necesario compendiar y publicar los rasgos de beneficencia que han honrado su vida, se pudiera formar una obra tan dilatada como la colección de las alabanzas tributadas á su talento. Prodigar el dinero era muy poco para quien ganaba mucho, pero ella sabia unir á sus donativos la gracia y la oportunidad que dulcifican la pena de necesitarlos, y que doblan su precio. Permítasenos recordar entre otras mil una anécdota que se ofrece á nuestra memoria.

Retrato de La Malibran. Litografría

Retrato de La Malibran. Litografría

En 1829 una joven inglesa corista en el teatro de París, no teniendo medios para seguir la compañía á Londres, quiso dar un concierto en casa de una persona benévola que la franqueó su salón. Siempre dispuesta á ser útil Madama Malibran consintió en cantar en ella, y su nombre bastó para reunir una numerosa sociedad. Aquella noche contra su

Retrato de La Malibran. Por Darif

Retrato de La Malibran. Por Darif

costumbre vino tarde y se hizo esperar. Concluido el concierto llamó aparte á la beneficiada: “Os había prometido la noche, la dijo, y he buscado el medio de aprovecharla con doble ganancia. Antes de venir aquí he cantado en casa del duque de Orleans. Ved Ahí los cien escudos que me ha dado,” y puso en manos de la joven extranjera un bonito bolsillo lleno de monedas de oro. Cada uno de sus amigos pudieran contar una multitud de rasgos semejantes, sin otros muchos, cuyo secreto la ha acompañado hasta el sepulcro.

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Sepulcro de La Malibran

Esta mujer admirable, ha muerto en Manchester el 23 de septiembre último á los 28 años de edad, víctima de una fiebre nerviosa mal combatida por la medicina. Ha dejado su madre, su marido, su hijo de tres años, un hermano digno sucesor de su padre en la enseñanza del canto, una hermana apenas adolescente que promete llegar algún dia al rango de eminente profesora, y ha dejado en fin una plaza para siempre vacía en la estimacion de sus admiradores, y en el corazon de sus amigos.

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